lunes, 18 de marzo de 2019

CAPITULO 19




Pedro se quedó de piedra, parado frente a su autocaravana, sosteniendo estático la bolsa que traía consigo por encima de su hombro. Si por un brevísimo instante le había sonreído a su colega al verlo llegar, luego, al divisar mi presencia encima de su moto, su sonrisa mutó a una cosa horrorosa que amenazó con borrar para siempre la preciosa forma de sus labios. 


Su mirada se endureció al segundo y, si bien no se puso todo lo pálido que yo lo encontré el día anterior, una buena dosis de color se le había escapado del rostro.


—¿Qué pasa?


—Que a él ya lo conozco —musité angustiada.


—¿Conoces a mi chico? ¡Eso es bueno!


—¿Tu chico? —le pregunté, y me pregunté por qué continuaba avanzando con la moto en dirección a Pedro.


—Sí, lo conozco desde que era un crío, hace más de diez años.


—¡Bom dia! —le soltó en portugués.


—Buenos días —contestó Pedro en español, arrancando con esfuerzo cada palabra de dentro de su pecho. Ni siquiera parpadeaba y nos miraba a ambos como si estuviese contemplando la más terrible de las apariciones.


Martin finalmente detuvo la moto frente a él.


—Te he traído a una de tus compañeras de equipo. Paula acaba de decirme que ya te conoce, que ya os conocéis. —Empezó a bajarse mientras yo no lograba reunir el valor de despegar el trasero del asiento de cuero, y eso que ya lo había perdido a él de escudo.


—Sí. —La voz de Pedro sonó áspera.


Descendí de la moto.


—Qué bien. Paula pasará solamente este fin de semana en la categoría y no podía perderse conocer al cinco veces campeón del mundo. —Se le acercó y le dio unas palmadas en el hombro para después saludarlo con un beso muy latino que no tenía mucho que ver con cómo se relacionaban el resto de los europeos de la categoría, sobre todo porque allí había mucho alemán y mucho inglés. Los italianos, del famoso equipo de rojo, y los españoles ya eran otra historia.


Sin emitir comentario al respecto, le tendí su casco; así además aprovechaba para tapar mi silencio. La verdad era que no me interesaba sacarme una foto con él como recuerdo de haber conocido a Pedro. Prefería no
tenerla, sobre todo por el modo en que se quedó mirándome a continuación.


Sus ojos se hicieron más pequeños, como si a sus párpados les costase mantenerse separados. Su mirada cobró profundidad y su rostro cambió la mueca por una que no era de enojo, pero que demostraba cierta incomodidad, o quizá no fuese eso, sino preocupación... angustia... ¿Estaría preocupado por lo que sucedería esa temporada, porque su compañero desde hacía años al final consiguiese cortar su racha de campeonatos ganados? Martin no parecía preocupado por nada de eso; es más, sonreía relajado; como si estuviese completamente en calma con su vida, bien con su presente, con su pasado y con su futuro. No me dio la impresión de que en ese momento el brasileño estuviese compitiendo por el campeonato que apenas si empezaba; Pedro sí.


—¿Cómo es que vosotros dos...? —Pedro nos señaló por turnos.


—Cosas de la vida. Ha sido un placer conocer a esta muchacha aquí. Es subchef, ¿lo sabías?


—En realidad, soy chef pastelera, pero eso... —Hice un gesto con las manos para cortar aquello—. Nada... En fin, disculpad, pero tengo que irme.


—No, espera un segundo. Imagina que has tenido que venir caminando. Te he ahorrado unos minutos.


—Es que yo...


Pedro volvió a quedarse observándome.


—¿Ha cocinado para ti? —le preguntó Martin a Pedro.


—No, Suri lo hizo. Es que Freddy...


—Sí, sé que Freddy renunció ayer. —Lo apuntó con un dedo acusatorio—.Sin palabras.


—Ahora no, Martin, por favor, que ya tuve suficiente ayer con... —Se interrumpió y me miró fijamente otra vez.


No necesitaba un comunicado de prensa del equipo Bravío para comprender que Pedro me quería fuera de su vista.


—Sí, la pobre Érica iba como loca. Haz el favor de no complicarle más el fin de semana al equipo.


—No es tu equipo, Martin —replicó Pedro con voz áspera.


—Si no te conociese como te conozco, si no te quisiese como te quiero, en este momento estarías tirado en el suelo con un par de dientes flojos. Compórtarte, ¿quieres? No ganas nada con ponerte así.


Maravillada, fui testigo del modo en el que Pedro, Siroco, el cinco veces campeón del mundo, aceptaba la reprimenda de un piloto de otro equipo.


—Ahora sí que tengo que irme. —Realmente no tenía nada que hacer allí —. Martin, muchas gracias por traerme. Espero volver a verte durante el fin de semana.


Pronuncié aquello inocentemente y, de no ser por la cara que puso Pedro, no habría sonado tan raro como sonó; mi única intención era pasar cinco minutos con Martin para pedirle una foto y un autógrafo, porque allí, frente a Pedro, no era el momento.


—No lo dudes —se apresuró a responder Martin—. Sé muy bien cómo encontrar la cocina del equipo Bravío; además, Suri es mejor cocinero que el nuestro. Me pasaré a robar algo rico y así aprovecharé para probar lo que sea que tú cocines, así sea dulce o salado.


—Ok, perfecto. Gracias. —Pedro y yo cruzamos una mirada—. Me voy, que Suri debe de estar solo y... —Di un paso atrás—. Hasta luego.


—Hasta luego, Paula. Que tengas un buen día.


—Sí, gracias, igualmente para los dos. —Di media vuelta e inicié mi fuga.


—¿No vas a desearle un buen día? —oí que le recriminaba Martin a Pedro.


—Por favor, Martin.


—Por favor, ¿qué? ¿Qué sucede contigo, Siroco? De verdad que yo...




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