martes, 19 de marzo de 2019

CAPITULO 21




Media hora después, Suri regresó a la cocina con las dos tazas de té vacías.


Uno de los platos en los que había colocado tarta y galletas estaba también vacío; el otro, intacto.


—Duendecillo, si te quedas con nosotros acabaré la temporada con sobrepeso. No he podido contenerme y me lo he comido todo. Eres un peligro para mí —canturreó dejando la bandeja sobre la encimera 


—Me alegra que lo hayas disfrutado. —Comencé a ocuparme de la vajilla.


Suri robó una galleta del otro plato, el que había dispuesto para Pedro y del que él no había tocado. Se la metió en la boca, entera, y fue hasta la pizarra; del cordón quitó parte de las hojas y, con un gancho negro, colgó las nuevas.


Pedro ha cambiado algunas cosas de su dieta; no te preocupes, nos las arreglaremos bien.


El piloto tenía su propio menú; era el único del equipo que comía algo distinto y encima, así, a esa hora, se le ocurría hacer variaciones.


Intenté dejarlo pasar, pues si a Suri no le molestaba... Me dio pena por él, pues tendría que soportar las manías del campeón durante los próximos meses que durase la temporada.


—Claro. —Me aclaré la garganta, di media vuelta y seguí con lo mío.


—¿Todo bien?


—Sí, Suri, perfecto —mentí, y seguimos trabajando.


Esa noche me acosté igual de cansada, pero mucho más entusiasmada.


Resultaba increíble lo pronto que me había acoplado al trabajo y lo mucho que me gustaba. 


Antes de dormir llamé a mi madre y le conté las novedades; le expliqué que estaba trabajando como subchef para el equipo y que el trabajo
estaba muy bien y me motivaba. Mi intención era tantear el terreno, para algo que en realidad era muy probable que no sucediese. Hasta ese momento nadie, excepto Suri, había mencionado ni media palabra acerca de mi continuidad en Bravío. A ella le pareció bien y la noté complacida y más tranquila; de todos modos, no perdió la oportunidad de volver a repetir un par de veces lo mucho que le entusiasmaba mi regreso a casa. Lo mismo ocurrió con mi padre y con el menor de mis hermanos... y mi cabeza ya se disparaba en la misma dirección que la de Suri.


—No te hagas ilusiones —me dije en voz alta a solas en mi habitación, con la luz de la luna que bañaba Melbourne entrando por la ventana.




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