martes, 26 de marzo de 2019
CAPITULO 44
Llegamos a China a comienzos de semana, agotados y un tanto perdidos.
Obviando el sopor causado por la diferencia horaria, me deleité y enamoré de unas vistas y una cultura completamente distintas a las mías.
—Ya me preguntaba yo por qué mi chica todavía no había venido a saludarme.
Solté la caja sobre la pila y me enderecé al oír la voz de Martin, feliz de saber que mi amigo estaba allí. Llevábamos dos semanas sin vernos, si bien habíamos hablado por FaceTime, pero no era lo mismo que poder darle un abrazo, que tenerlo frente a mí.
Martin se acercó y me abrazó con fuerza. Se le notaba en el rostro que su viaje a Brasil le había sentado bien. Estaba bronceado y tenía cara de descansado. En sus brazos, me apretujó.
—¿Cómo estás?, ¿qué tal te trata China? —inquirió sin soltarme. Olía a recién duchado y, de hecho, antes de abrazarlo me dio la impresión de que lucía como si tuviese una salida programada y no como si hubiese venido al circuito a ver qué tal iba todo; el caso es que la actividad de los pilotos todavía no comenzaba, y los primeros días sólo nos encontrábamos en el recinto quienes nos ocupábamos de montar la parte posterior de la escena. Por tanto, nada tenía aún un aspecto glamuroso, ni había flashes ni cámaras para inmortalizar el momento; se trataba de ese tipo de trabajo que no sale por la televisión ni en las fotografías.
Martin me soltó.
—Compré las vitaminas que me recomendaste; no sé si me han servido de mucho, el cambio horario me pesa; estoy más estúpida que de costumbre. De todos modos, vamos bien; trabajamos tranquilos y hasta ahora no ha surgido ningún problema —me llevé una mano a la cabeza—, toquemos madera. ¿Qué tal tú? Por lo visto has aprovechado las playas de Río de Janeiro.
—Sí, un poco, y ha estado genial. La próxima vez que me escape y que tú tengas unos días libres, te vienes conmigo; así descansarás.
—Ya veremos. Por lo pronto sigo al circo. Además, sabes que intento ahorrar.
—Sí, con respecto a eso... He estado dándole vueltas a un asunto y he llegado a la conclusión de que podríamos ser socios, o al menos podrías considerar la idea de que te preste un poco de dinero para cuando decidas abrir tu propia pastelería allí donde desees, y si necesitas ayuda... bueno, ya sabes, después de diciembre ya no tendré trabajo.
—Serás un pobre desempleado —bromeé y recogí la caja.
—Así es.
Hizo el intento de quitarme la caja que cargaba.
—No, que te ensuciarás todo. —Tiré de la caja hacia mí—. ¿Tienes una cita? Siempre vistes bien, pero diría que hoy vas más arreglado de la cuenta simplemente para venir a echar un vistazo por aquí.
—Sí, voy a cenar. —De un tirón me robó la caja—. Coge otra; te ayudo, así terminarás antes.
Acepté su ayuda; recibir un gesto así de él no me molestaba, todo lo contrario. No era como fue con Pedro aquella vez con el carro. Martin, por encima de todo, era mi amigo; después era piloto y campeón de la categoría.
—Qué bien, una cena. ¿Puedo ser curiosa y preguntar con quién?
—Con un montón de hombres a los que les sobra testosterona. Una cita única, ¿no crees? —bromeó.
—A ver cuándo te echas una novia, que creo que, de todos los pilotos, eres el único que no tiene —lo tanteé. En realidad, Haruki también estaba soltero y sabía que algún otro también.
—Por lo pronto estoy bien así. —Nos pusimos a andar; yo marqué el rumbo hacia la cocina, mientras por nuestro lado pasaba un grupo de gente autóctona, hablando en su idioma. Al cruzarnos con ellos, nos saludaron amablemente inclinando la cabeza tal como hacen ellos.
Seguimos andando.
—Y bien, ¿quiénes son esos hombres de tu cita? ¿Es algo que te han pedido los de relaciones públicas de tu equipo?
—No, nada de eso; es una cena que he organizado yo. Es mi año de despedida de la categoría y tenía ganas de hacer algo especial, de modo que hice una reserva en un restaurante italiano para todos los pilotos que quisiesen venir a comer conmigo.
—Eso es genial. ¿Van a ir todos?
—Casi. En realidad los que no vendrán son los que aún no han llegado; sabes que hay un par de equipos pequeños que no pueden darse el lujo de pagar hospedaje con tantos días de antelación a la carrera.
—Sí, bien. Entonces, será una reunión de peces gordos. Supongo que todos ellos te echarán de menos la próxima temporada.
—Sí, por supuesto. —Rio.
—¿Los extrañarás tú?
Asintió con la cabeza.
—Extrañaré todo esto, mucho. Esto es mi vida, lo ha sido desde que tengo uso de razón; como la mayoría de nosotros, empecé en este mundillo siendo demasiado pequeño y no tengo muchos recuerdos de mi vida antes de subirme a un karting. Será muy raro estar lejos de todo esto.
Su rostro se entristeció un poco.
—Podrías correr un año más. Estás llevando una excelente temporada.
Negó con la cabeza.
—Se lo prometí a mis padres y a mi familia, y me lo prometí a mí mismo. Esto es mi vida, lo ha sido desde siempre, de un modo tan literal que muchas otras cosas quedaron lejos de mí. He amado cada segundo de esta vida, pero también quiero experimentar la que hay fuera de aquí, fuera de este circo. No me estoy quejando de lo que fue y siempre será esto para mí, sino que, más allá de los viajes, de todas las increíbles cosas que he experimentado gracias a la categoría, necesito hacer un cambio. Necesito poder comer lo que quiera, no tener que matarme en el gimnasio, no perderme tantos cumpleaños, nacimientos, bautizos o incluso entierros. No quiero dormir dos tercios de las noches del año en un hotel. Y sí, muchos aquí tienen novia o esposa, pero no es tan sencillo; lo he intentado un par de veces y, si esa otra persona no está dispuesta a viajar contigo, si tu pareja también tiene una carrera, un hogar o lo que sea, todo se complica. Quiero saber cómo es tener una vida fuera del circuito, una vida normal. Echaré de menos todo esto, no te imaginas cuánto —hizo una pausa—, pero necesito parar. —Su rostro, más que triste, lucía sombrío.
Supongo que Martin notó que me había percatado de su mueca y entonces sonrió.
—Además, me hago viejo —bromeó—. Uno de mis sobrinos me lo dijo hace unos días al descubrirme una cana. ¿Puedes creerlo?, me salió una cana.
—Eso no te hará más lento en la pista. —Le di un codazo amistoso.
—Eso espero. Los del equipo están muy entusiasmados con la carrera y yo también; el automóvil funciona muy bien, hemos hecho muchos avances.
—Ya tengo ganas de verte en la pista.
—¿Sí?, ¿aunque pueda amenazar el primer puesto de nuestro chico?, porque eso es siempre a lo que él apunta, a ganar.
—Bueno, supongo que será lo que deba ser.
—Que no te oiga nadie de tu equipo decir eso o puedes considerarte en el paro —soltó en tono burlón, aunque era probable que así fuese.
—Sí no me han despedido hasta ahora...
—No te despedirán.
—Supongo que Pedro ha intentado que lo hicieran, pero no resultó, así que imagino que, con un poco de suerte, seguiré hasta el final de la temporada.
—¿Por qué dices eso?
—Sabes que no soy santo de su devoción.
—Pedro es difícil, lo sé, pero...
—Muy difícil y sin peros —repliqué cortándolo.
—Todos tenemos nuestras cosas.
—Él las tiene todas. ¿Podemos cambiar de tema? —Abrí la puerta de la cocina. Suri no estaba, porque asistía a una reunión con Érica y otras personas del equipo.
Deposité la caja a un lado de la puerta y Martin acomodó encima la que cargaba él.
—No es mala persona.
—En realidad no importa lo que sea. Sé que es tu amigo, lo entiendo. Hablemos de otra cosa, ¿de acuerdo? —Si él no cambiaba de tema, entonces lo haría yo—. Si tienes una cena de chicos, ¿por qué estás aquí?
—Porque he venido a buscar a mi chico. Está en una reunión; iremos juntos al restaurante. Me dijo que estaría aquí y he venido a buscarlo.
—Haruki también está en el circuito, es raro que no haya pasado por aquí a saludar.
Con el piloto japonés mantenía una relación completamente distinta a la que tenía con Pedro.
No esperaba que Pedro viniese a decir hola, no después de lo sucedido entre nosotros, pero Haruki sí era de pasar a saludar tan pronto como llegaba; él era un tanto más tímido y callado, pero muy amable, respetuoso, educado y hasta divertido, sólo que de un modo muy tranquilo.
Eso me gustaba de él, su calma. Otra cosa que me encantaba de Haruki era su forma de reírse por todo y con cierto grado de timidez naif cuando bebía un poco de más.
—No, todavía no ha venido; supongo irá desde su hotel.
—Ah, bien. —Bueno, al menos habíamos apartado a Pedro de la conversación.
—Si lo conocieses realmente, seguro que te llevarías bien con él.
Comprendí que se refería a Pedro y que por lo visto éste no le había contado palabra de nuestro beso en España. Mejor así, en todos los sentidos definitivamente era mucho mejor así, para dejar claro que aquello no había sido más que un hecho fortuito e inexplicable que, para bien o para mal, no se repetiría jamás. Así debía ser.
—Bueno, eso no sucederá, de modo que no importa. —Salí de la cocina y él me siguió.
—Si intentases hablar con él... —amagó.
Me carcajeé falsamente. Martin captó mi tono socarrón.
—Lo digo en serio.
—No necesito conocerlo.
—Él tiene una vida fuera de aquí, no es sólo ese que va por la pista pulverizando tiempos de vuelta. Me conoces a mí y conoces a Haruki, a Kevin y a Helena porque salimos juntos... él también es un ser humano.
—Sé que lo es; sin embargo, me da la impresión de que no quiere serlo: hace todos los esfuerzos para ser una máquina de ganar campeonatos.
—Está muy dedicado a su carrera.
—¡Bien por él! De verdad, cambiemos de tema. ¿Cómo se encuentra tu madre? —Martin me había comentado, la última vez que habíamos hablado, que su mamá había tenido últimamente la presión alta.
—Se encuentra mejor. El médico le cambió la medicación, y tiene un control en un mes —respondió—. ¿Eres consciente de que no sabes casi nada de él?
Suspiré fastidiada. Martin, cuando quería, también se ponía en papel de cabeza dura y no paraba hasta conseguir lo que pretendía.
—Ni necesito saber nada más. —Cogí el siguiente pasillo; el resto de las cajas estaban allí, esperando por mí.
—Pero yo necesito que lo conozcas, porque os quiero mucho a ambos y...
Le puse una mano sobre el hombro para detenerlo.
—Y yo te quiero a ti, sabes que sí —entoné entre broma y realidad—, te aprecio y todo lo demás; pero debes tener claro que no siempre tus amigos pueden ser buenos amigos entre sí.
—Sabes lo que ese chico significa para mí, Pedro es más que un buen amigo.
—Lo lamento, Martin, pero eso no funcionará bien: no le gusto y no me gusta. —En verdad no era tan simple como eso, porque su beso todavía continuaba dando vueltas en mi cabeza, pero...
—Me preguntaba dónde te habrías metido.
Su llegada hizo que me preguntase a mí misma dónde podía meterme para ocultarme de él, porque, por la expresión de su rostro, quedaba más que en evidencia que había oído las palabras que acababa de soltar. Quité la mano de encima de Martin.
—¡Pedro! —exclamó el carioca, alegre, sin dar importancia a la mala cara de éste—. Estaba aquí, ayudando a mi chica para que terminase pronto con eso. Iba a ir a buscarte en un momento, imaginé que todavía estarías en la reunión.
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