sábado, 20 de abril de 2019

CAPITULO 105




Acariciándome con sus labios, llegó hasta mi cuello.


—Deberías ir a cambiarte, y deberíamos largarnos de aquí.


—No veo por qué —balbucí apartando la cabeza para permitirle libre acceso a mi cuello.


—Estas ropas, además de tener olor a nuevo, huelen como Martin, y eso es muy extraño.


Sus labios le sacaban llamaradas a mi piel.


—Y estamos en su autocaravana. Podría regresar en cualquier momento.


—Llamará antes de entrar —susurré poniendo una de mis manos sobre la suya en mi muslo; deseaba que continuase tocándome, no quería volver a permitir que se alejase de mí. Apartar el aroma de su piel, así, con el sudor seco y todo, y esa mezcla de olores entre su perfume y lo que se le pegaba a las ropas y al cabello después de correr, era como si me quitasen el oxígeno.


El campeón que quería ser perfecto. Si él comprendiese lo perfecto que ya era porque era simplemente él... Cuánto que gustaría hacerle entender que no necesitaba ser nada más de lo que ya era para ser único, para dejar una marca en el mundo o incluso en el universo.


Hizo el amago de apartarse de mí; para evitarlo, atraje su boca hasta la mía.


Me besó y luego tocó con su rostro el mío, soltando un largo suspiro; si estaba agotado, ésa era la única señal que daba. Abrí los ojos para encontrarme con los suyos cerrados, con los párpados relajados. Pedro inspiró sobre mí.


—Podría quedarme aquí toda la vida —me dijo en voz muy baja.


—No te creo —le contesté en el mismo tono—. ¿Dejarías de competir?


Sin despegar los párpados, contestó con una tímida sonrisa.


—Ya me parecía a mí que no, y ni falta que hace. Correr es lo que te hace feliz; mientras así continúe siendo, a mí me hará feliz que lo hagas.


—Para muchas cosas me gustaría tener tu tranquilidad, tu paz. ¿Cómo es que te resulta tan sencillo aceptar todo lo que se cruza por tu camino?


Su comentario me hizo reír.


—¿Y quién te ha dicho que sea así?


Pedro abrió los ojos.


—Salvo cuando estás conmigo o cuando alguien te hace enojar, pareces una laguna en calma. ¿Es solamente la superficie?


Le di un rápido beso.


—¿Será que hay locura por debajo?


—Por suerte siempre hay un poco. Yo sólo intento ser feliz, Pedro. Incluso cuando no todo sale como quiero, cuando las cosas no son perfectas, cuando no soy del todo dichosa.


—Desearía ser un poco como tú. ¿Se me pegará por osmosis? —preguntó juguetón, besando mi mejilla.


—No sé. —Reí—. Podríamos llevar a cabo un experimento. A ver si, estando tu piel pegada a la mía durante largos períodos, absorbe un poco de mí.


—Suena bien. —Su nariz rozó la mía, sus labios atraparon mi labio superior—. Creo que necesitaremos más contacto de piel que éste.


Reí entre sus labios.


—Estamos de acuerdo en eso. Mucho más contacto, para asegurarnos de la efectividad del experimento.


—Mucho más contacto y por mucho más tiempo —susurró—. ¿Qué te parece si lo intentamos esta semana? Podríamos hacer un primer intento si te quedas aquí en España conmigo después de las pruebas. Con mi padre, teníamos planeado permanecer aquí unos días, en nuestro pueblo, para hacer una pequeña celebración familiar por mi cumpleaños. El plan inicial era quedarnos en Barcelona, pero no quiero todo ese ruido, no quiero salir a cenar el día de mi cumpleaños y tener en la puerta del restaurante una horda de
periodistas esperando para rematarme con sus flashes. Anhelo y necesito un poco de tranquilidad. —Me miró a los ojos—. Por eso te quiero aquí.


—¿Para tener paz?


—Para tenerlo todo. Quiero tenerlo todo.


—Es tan difícil tenerlo todo —murmuré sobre sus labios.


—Lo intentaremos. ¿Qué me dices, te quedas conmigo? Sé que quizá creas que es un poco pronto para conocer a mi familia, pero me encantaría que mi padre te conociera, que mis abuelos te conocieran, y que vieses dónde crecí, donde di mis primeros pasos. Te lo advierto, no es mucho... no es más que campo, verde, pajaritos, animales de granja y esas cosas. Allí no hay lujos ni demasiado que hacer. Hay mucha tierra, interminables horas de siesta, lo cual siempre he aborrecido... Allí parecen insistir en sentarse a ver las horas pasar, algo que siempre me puso de muy mal humor y quizá...


—Chis... —Tapé sus labios con los míos; comenzaba a subir el tono y a cambiarlo por otro de nuevo mucho más tenso, rayando la alteración, como si comenzase a molestarse, a pelear contra aquello que no estaba allí—. Tranquilo. Estará bien lo que sea si estoy contigo; tú eres mi lujo y... no tenemos que dormir la siesta, pero admito que me encantaría pasar una tarde entera acostada contigo. —Le dediqué una mirada pícara.


Me besó.


—Será un placer ir y ver todo lo que quieras enseñarme, conocer a todos los que quieras presentarme. No podría sentirme más feliz de que me lo pidas —añadí alzando la vista otra vez desde sus labios hasta sus ojos; sus manos no dejaban de requisar mi cuerpo, como si pretendiesen aprenderse cada curva, igual que si yo fuese un circuito. En este instante amé la profesionalidad de Pedro. Mis manos hacían lo mismo con su cuerpo; lo mío era como si estuviese ciega y recorriese aquel terreno sin ver, solamente sintiendo, en vez de con un bastón blanco, con todo mi cuerpo. Si pisaba el acelerador en ese momento, me subiría a todos los cordones, desbordaría la pista por todas partes y lo más probable sería que acabase chocando contra una contención antes de completar la primera vuelta.


—Prometo que hablaré con Érica para ver si puedo tomarme unos días esta semana.


—Te los darán —soltó altivo.


—Bien, hablaré con ella. No creo que me necesiten; todo el equipo se tomará unos días de descanso.


—Y aunque no los tuviesen...


—A ver, señor campeón, que no es preciso que usted se meta. Yo lo arreglaré.


Pedro tapó mi boca con un beso.


—Sigue siendo mi trabajo —le dije apartándolo de mí.


—¿Acaso no quieres pasar unos días conmigo? —preguntó pasando su boca a lo largo de la mía, inspirando como si quisiese robarme mi espíritu, mi voluntad.


Pegué los labios para tragar en seco. No le costaría mucho robarme mi voluntad; unos segundos más de eso y sería una victoria para él.


—Claro que quiero, pero también quiero hacer las cosas bien. Tú tienes tus responsabilidades y yo, las mías.


—Si podemos disfrutar de los beneficios de los que me proveen las mías, tanto mejor, ¿no crees?


—Por lo pronto me dejarás a mí resolver esto.


—Es un asunto resuelto, nos quedaremos aquí, te quedarás conmigo; me haré cargo de todo y después viajaremos juntos a Mónaco para la carrera. Además, tengo mi hogar allí, no necesitas quedarte en un hotel. Mi apartamento es mucho más confortable que cualquier hotel, y ahora que te tengo conmigo —sus manos se prendieron de mis caderas—, no sueñes con que te dejaré ir.


—Vamos con calma.


Su boca azotó la mía y una de sus manos se metió por debajo de mi camiseta para acariciar mi espalda.


—No creo que pueda —articuló dentro de mi boca.


—No quiero que piensen que por estar contigo descuidaré mi trabajo —lo miré a los ojos—, porque no lo haré. Es más, debería marcharme ya. Todavía nos queda mucho que hacer e imagino que también tendrás asuntos pendientes.


—Lo aparté un poco de mí.


—¿De verdad? —inquirió incrédulo, mientras veía mis manos alejarlo de mí.


—Sí.


—¿Es un castigo por lo de Mónica, porque me fui con ella?


—No, es un intento de mantener un poco de normalidad.


—No necesitamos normalidad. —Se inclinó otra vez sobre mí.


—Imagino que esta noche habrá una celebración por tu victoria. Nos veremos allí.


—No pienses que te permitiré escaparte de mí entonces.


—No tengo intención de permitir que lo hagas. —Inspiré hondo y solté el aire; acuné su rostro entre mis manos—. Entonces... ¿entre ella y tú ha quedado todo claro? No quiero que exista la más mínima posibilidad de que esta noche suceda algo similar a lo de hace un rato.


Pedro meneó la cabeza, negando.


—No, Mónica se marcha a casa esta misma noche. Quería que nos diésemos un tiempo para pensar; ella cree que esto es una fase, como llevamos tanto tiempo juntos... No es eso, yo no necesito un tiempo, no necesito estar con otras mujeres para descubrir a quién quiero a mi lado. —Me sonrió—. Sé muy bien a quién quiero a mi lado. Se lo dije, espero que lo entienda. —Apartó la mirada por un segundo—. Nada de esto es fácil y no me gusta... no es... creímos que sería para toda la vida. Lamento decepcionarla; lo que menos quería era lastimarla del modo en que lo he hecho, pero... no sé... supongo que hace tiempo que lo nuestro no funcionaba tal como debería y entonces... — volvió a sonreír, a sonreírme, a dedicarme una mirada que hizo que mi corazón gritase de alegría— ... apareciste tú, petitona meva, y todo lo que era confusión se aclaró de un modo tan rotundo que ni me dio oportunidad de dudar. No me queda ninguna duda —insistió—. Y se lo hice saber. De esto no hay vuelta atrás, Paula. Y no me molesta que así sea —tocó mis labios con los suyos—, para nada.


—Me alegra que no te queden dudas —bromeé—. Es un alivio, porque yo no las tengo.


—Por tanto, ¿descartamos a Pablo y a Martin? —preguntó con falsa seriedad.


—¿Tan pendiente estabas de mí?


Contestó que sí con la cabeza.


—¿Martin?


—Él insiste desde el primer día en que no sois más que amigos, pero yo creí que tú querías algo más. Es buen tipo, mi mejor amigo. ¿Segura que no quieres cambiar? Todavía estás a tiempo y no me enojaría tanto si fuese con él. Es como mi hermano.


—¿Ya estás intentando librarte de mí?


—Me volvería loco verte con cualquier otro hombre —afirmó estrechando mi cintura para pegarme todavía más a su cuerpo.


Lo sentí tenso y firme debajo de mí. Si seguía con eso, no podría regresar a mi trabajo, no al menos a corto plazo.


—Ok, entonces yo me quedo contigo y tú te quedas conmigo.


—Debería hacerte firmar un contrato —dijo mirando mi boca—. Uno con infinidad de cláusulas de las que no puedas librarte ni con el mejor abogado.


—Ya tienes ese contrato firmado por mí, campeón. No necesitas un puto papel. ¿Necesitas que te certifique mi firma?


—¿Cómo sería eso?


La sonrisa sexi que me dedicó hizo que una de mis piernas se enroscase en la suya. Tomé su cuello entre mis manos.


—Con un beso —expliqué y, sin necesidad de que mediasen más palabras entre nosotros, comencé a besarlo


No hay comentarios:

Publicar un comentario