domingo, 21 de abril de 2019
CAPITULO 108
Antes de meterme en la ducha, reuní valor y llamé a Tobías a Inglaterra.
Con él sería incluso más complicado que con mi madre, porque él realmente me conocía.
—¡Soy yo, tu hermana preferida! ¿Estás muy ocupado? —Por la línea se colaban los sonidos de la cocina del restaurante de Tobías; imaginé que, por la hora que era, debía de haber por allí todavía mucha actividad, pero, como no tenía muy claro qué sería de mí en los próximos días, pensé que sería mejor intentar hablar con él en ese momento que posponer en el tiempo esa conversación; dejarla para más adelante no haría más que poner al mayor de mis hermanos de mal humor.
Bien, por el tono con que me contestó, ya se había dado cuenta de que era yo; deduje que no estaba demasiado contento.
—Si estás muy ocupado, puedo llamarte más tarde a tu casa.
—No, mejor hablamos ahora. Dame un segundo.
Lo oí tapar el auricular y, en un par de frases en inglés, con aquel tono de orden que lo caracterizaba y que costaba mucho desobedecer, impartió un par de instrucciones.
Pese a que Tobías todavía tapaba el auricular, pesqué un par de «sí, chef; sí, chef» con los que sus cocineros dieron por entendidas sus indicaciones.
—Ahora sí —dijo regresando a mí.
—No aterrorices a esa pobre gente.
—A muchos les va como anillo al dedo; un grito aquí o allí para que caigan otra vez con los pies sobre la tierra. No somos globos, somos seres humanos.
—Tobías, ¿usas conmigo las mismas frases que con tu hija de cuatro años? No deberías hablarle así a mi sobrina; es una niña, los críos deberían disfrutar de su inocencia.
—A Lila le digo las cosas sin dar muchas vueltas y las entiende; eres tú la que no comprende de qué va esto.
—Ufff, sí... por tu correo ya he imaginado que nuestra conversación sería así. —Comenzaba a ponerme de mal humor.
—Bueno, alguien tiene que ponerte los puntos sobre las íes, y sé que a mamá no la escuchas.
En eso tenía razón; él siempre había conseguido imponerme más respeto que mis padres y supongo que se debía, básicamente, a que yo lo admiraba; lo hacía desde pequeña y fue él quien hizo que le tomase el gusto a la cocina.
Tanto por su tenacidad como por su pasión y por el poco miedo que mi hermano parecía tenerle a la vida, siempre deseé que, de mayor, consiguiese ser como él. Lejos estaba de eso, pero sin duda yo tenía mis cosas buenas también; además, lo de los gritos no casaba conmigo y jamás necesité que la gente me hiciese demasiado caso, y no era tan seria como él. Mi hermano era un señor, uno con la cabeza bien amueblada y el cuerpo bien plantado sobre sus pies talla cuarenta y cinco, y su metro ochenta y tanto, casi noventa, de alto.
Si es que ni siquiera parecía que fuésemos hermanos en cuanto a lo físico. Él era enorme y yo, diminuta a su lado, o incluso al lado de otras personas de tallas más normales; creo que mis padres se fueron quedando con poco material genético a medida que fueron engendrando a sus hijos.
—Acabo de hablar con ella hace unos instantes. Ya se ha ocupado de regañarme. Estaba casi en shock.
—No es raro que a todos nos haya sorprendido verte en televisión. Me dijiste que era difícil congeniar con ese hombre, que el tipo era complicado y que gastaba bastante mal carácter y malos modos, que jamás probaba nada de lo que tú preparas y que...
—Sé lo que dije —solté interrumpiéndolo.
—¿Era mentira?
—Bueno, no, —Mi voz menguó—. Es que también es otras cosas. Y jamás toca nada de lo que yo preparo porque es diabético. Depende de la insulina y toma una cantidad espantosa de medicamentos. Todavía ni siquiera sé muy bien qué es toda esa medicación o las afecciones que tiene, es que no hemos tenido
tiempo de hablar y él, antes de esto, no quería decirme nada porque no quiere ir por ahí ventilando todos sus males; es muy reservado y como lleva una vida tan pública... No sé si tiene miedo de que la gente use su enfermedad para derrocarlo de su sitio o algo así.
—¿Derrocarlo? ¿Tiene complejo de rey?
—Quizá un poco, es que es muy competitivo. Muy cabeza dura también.
—No es malo ser competitivo. Creerse el centro del universo, sí.
—Tampoco es tan así, Tobías. Pedro es duro y ha luchado mucho para llegar donde ha llegado. Imagino que a él, mantenerse al mismo ritmo que los demás corredores, debe de exigirle mucho más sacrificio.
—Ok, bien, no discutiré eso. Por lo visto tú también lo conoces poco, así que no hablemos de eso. Hablemos de por qué te besó frente a todo el mundo si hasta ayer lo vi en la transmisión hablando como si nada con su novia, la italiana con la que me dijiste que habías tenido un encontronazo.
Me odié a mí misma por haberle confiado eso.
—¿Está contigo y con ella?
—¡Claro que no!
—¿Ayer no estaba con ella?
—Sí, pero...
—¡¿Sí?! —estalló, con ese vozarrón temible que emergía de su ancho pecho. Si hasta por la línea telefónica se filtró la vibración de sus pectorales.
Mi hermano podía meter miedo incluso si no lo tenías delante.
—Terminaron esta mañana, antes de que comenzara la competición. — Inspiré hondo—. A mí también me cogió por sorpresa, no creí... Tobías, no entres en cólera; la verdad es que nos habíamos besado una vez y antes de eso
yo ya... Pese a todo, me pasaban cosas con él desde hacía tiempo. Se lo dije porque, como me había besado, creí que a él también le pasaban cosas conmigo y luego todo quedó en nada, no volvimos a hablar del tema y luego...
—Me interrumpí después de soltar todo aquello de carrerilla—. Entonces sucedió lo del podio. Él me mandó llamar, dijo que tenía algo que decirme; no imaginé que se trataba de eso.
—¿Qué dijo mamá de su novia echándote encima el pastel de cumpleaños del campeón?
—¡¿Qué?! —salté cual resorte.
—He visto las fotografías hace cinco minutos en la Red. Fotos tuyas cubierta de tarta, y de esa mujer en condiciones similares... Iban acompañadas de unos comentarios que parecían verdaderas telenovelas. Contaban que a ti te llevaron del box mientras el campeón alejaba a su novia de la lamentable escena. A ver si así queda claro el porqué de mi cabreo. No conozco al sujeto, pero sí te conozco a ti; eres mi hermana y todo lo que rodea la situación entre él y tú no me gusta. —Hizo una pausa—. La última vez que hablamos mencionaste que tendrías unos días libres. ¿Por qué no vienes a quedarte unos días con nosotros? Tu sobrina te extraña y Tomas insiste en que mis macaroons
son lamentables al lado de los tuyos.
Eso último me arrancó una carcajada.
Tomas era la pareja de mi hermano desde hacía siete años. Se enamoraron perdidamente el uno del otro la primera vez que se vieron en una calle de Londres, cuando Tobías salía de su panadería preferida y Tomas, de la cafetería en la que desayunaba cada mañana. En la actualidad seguían juntos, formando una pareja sólida; de hecho, la más sólida que yo había tenido oportunidad de conocer, tanto como la de mis padres; a mi modo de ver; era probable que más... y tenían a Lila, la sobrina más bonita e inteligente que nadie pudiese tener. Tobías y Tomas eran de ese tipo de personas que parecen haber nacido para estar juntas para toda la eternidad. Se conocían, coincidían en muchísimas opiniones y, en las que no, igualmente encajaban a la perfección. Tomas jamás, jamás, jamás había criticado ningún plato, creación culinaria o algo comestible preparado por mi hermano, pero por lo visto mis macaroons... Eso último debía de dolerle en el alma al chef.
Volví a reír.
Quedaba claro, al mencionarlo él, lo mucho que le molestaba a mi hermano que Tomas prefiriese mis macaroons.
—No te rías. Si no tienes dinero para el pasaje, en cinco minutos lo compro yo. Sabes que no me supone ningún trastorno tenerte aquí; es más, te estamos esperando desde hace tiempo. Creía que regresarías pronto para comenzar a planear la apertura de tu pastelería. He visto ya un par de locales, y Tomas y yo ya hemos ido al banco para informarnos sobre los préstamos;
invertiremos en ti. Sólo tienes que tomar la decisión. La habitación del ático es tuya; puedes ocuparla el tiempo que sea necesario hasta que consigas tu propio hogar. De cualquier modo, como imaginarás, una vez que te instales aquí, Lila no te dejará ir.
—Sí, y eso, para vosotros, como pareja y familia, no es buena idea; es lo último que necesitáis, tenerme allí indefinidamente y endeudaros por mi culpa. Te dije que lo pensaría, Tobías; todavía no he tenido tiempo de hacerlo.
—La Fórmula Uno no puede ser más que una aventura. A mi modo de ver, deberías despegarte de eso cuanto antes, no te llevará a ninguna parte. No necesitas quedarte allí hasta el final del campeonato. Y, si es por los viajes, ya
podrás viajar más adelante, en el futuro, por tu cuenta y de forma más placentera.
—Esto es placentero.
—Pierdes el tiempo allí.
—Claro que no. Son vivencias increíbles. —Suspiré—. No pienso ir a ninguna parte ahora.
—¿Por él?, ¿por el campeón?
—Sí, también por él, pero principalmente porque quiero llegar al final de la temporada y porque necesito más tiempo para decidir si quiero o no
instalarme en Londres. Lo hemos hablado infinidad de veces: aún no estoy segura.
—Ven a pasar unos días con nosotros y volveremos a estudiarlo.
—¿Intentarás convencerme?
—Tomas y Lila se encargarán de eso, yo me ocuparé de los papeles y los números para la apertura de la pastelería. Ven —pidió una vez más.
—No puedo. Pedro y yo pasaremos unos días juntos; el jueves es su cumpleaños y me ha invitado a ir al pueblo donde vive su familia, la que le queda. Le apetece que conozca de dónde viene y a los suyos. Es probable que hayamos empezado con el pie izquierdo; intentaremos recomponerlo y tomarnos un tiempo para nosotros. No te enfades, Tobías, pero quiero hacer esto, necesito hacerlo. Él lo vale, lo vale para mí. Pedro no es una persona sencilla, pero es tan fuerte... Es decir, es evidente que tiene infinidad de temores, pero por dentro... Ojalá tomase conciencia de toda esa energía que
lleva dentro. Creo que es así, tan cerrado y arisco, sólo para protegerse; no es mala persona. Cuando todavía no lo conoces realmente, puedes llegar a pensar que es un idiota; sin embargo, cuando se abre... no lo es, ya lo verás. Te juro que en algún momento lo conocerás, quiero que lo hagas. Esto, para mí, va muy en serio, Tobías; estoy enamorada de Pedro, más de lo que nunca he amado a nadie. Creo que es mi Tomas, hermano. No quiero desaprovechar la oportunidad de descubrirlo.
—Mientras por él no desaproveches la oportunidad de...
No le permití terminar.
—Tobías, es poco tiempo, la temporada dura sólo unos meses.
—Y cuando acabe, ¿qué? Porque si estás con él...
—No tengo ni idea; vamos un paso tras otro, ¿de acuerdo? Yo estoy bien, lo de la tarta no ha sido tan serio, ha quedado todo aclarado. Estoy bien, lo juro. Es más, en un momento llegará a buscarme. Pedro vendrá a recogerme para que vayamos juntos a la fiesta que da el equipo por su vitoria. Te prometo que no he abandonado la idea de la pastelería; no me he olvidado de eso, lo tengo muy presente, pero tengo que reflexionar acerca de ello. Escucha, tengo que darme una ducha antes de salir y ya te he alejado demasiado de tus tareas; la cocina, sin ti, debe de ser un descontrol ahora mismo.
Mi hermano rio.
—Hablaremos en otro momento, ¿sí?, con más calma.
—De acuerdo —convino medio a regañadientes—. Si ese hombre te trata mal o permite que alguien lo haga, tendrá que vérselas conmigo. Me importa una mierda si es el campeón del mundo o si tiene diabetes o lo que sea. Lo
colgaré de las pelotas, adelántale eso.
Me carcajeé. Allí estaba mi hermano de siempre. ¡Fue tan agradable escucharlo!
—Te quiero. Besos a tus dos amores. Diles que los echo de menos y que los quiero, y que intentaré ir a visitaros pronto.
—Cuídate.
—Lo haré. Y tú.
Terminé de despedirme de él y me metí en la ducha.
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