domingo, 21 de abril de 2019
CAPITULO 107
Anticipándome a la llamada y viendo que ya tenía un correo electrónico de Tobías, telefoneé a mis padres antes de que el reclamo se tornase más pesado.
Mi madre contestó.
—Soy yo.
—Paula —exclamó entre sorprendida y... Preferí no esconder nada más.
Esperé un segundo, ¿me habría visto por televisión?
—¿Es Paula? —La voz de mi hermano Gabriel se coló por la línea.
Él era año y medio mayor que yo y, pese a haberse mudado de casa tiempo atrás, solía pasar mucho rato allí, sobre todo a la hora de comer. Mi hermano no sabía ni freír un huevo y su excusa era que en ninguna parte se comía mejor que en casa de mamá. Bien, después de todo era domingo; debió de ir a almorzar y en Argentina, con cinco horas menos, debían de estar a punto de merendar.
Me pregunté si mis otros dos hermanos también estarían allí; hasta lo que yo sabía, Bautista y Santino continuaban con la costumbre de comer en casa los domingos.
—Sí, es ella —le contestó mi madre a mi hermano.
—¡Pásamela! Esa pequeña ratita sí que sabe.
—Gariel, no hables así de tu hermana.
Por lo visto sí me habían visto por televisión.
—Habéis visto la carrera.
—No la vi, pero tu padre sí lo hizo, y me llamó cuando te vio allí, entre el público, debajo del podio.
—Ah, bueno... por eso llamaba.
—¿No tiene novia? En la carrera anterior lo vi con una mujer de cabello largo y castaño.
Sí, yo también lo había visto besarse con ella.
—Han terminado esta mañana.
—¿Han terminado esta misma mañana y se baja del automóvil y da esa escena? ¿Qué sucede entre vosotros? No nos has comentado nada sobre él en ningún momento, bueno, no en referencia a que sucediese algo semejante así entre vosotros. ¿Empezó cuando él todavía estaba con su novia?
—Mamá, por favor. —Si le decía que lo había besado estando él todavía con ella, sería capaz de volar hasta España para reprenderme.
—¿Estáis saliendo juntos?, ¿qué sucede entre vosotros?
—Bueno, es muy reciente... —Jamás había hablado de estas cosas con ella.
—¿Lo conoces bien? Entiendo que estáis en el mismo equipo, pero, no sé, esa gente...
—Pedro es un buen hombre, mamá. Y estoy bien.
—Bueno, eso espero.
La conversación entre ambas siguió; procuré asegurarle que todo saldría bien, que yo estaba perfectamente, que lo nuestro acababa de empezar, que me gustaba estar con Pedro.
Con mi padre y mi hermano resultó una conversación más distendida; ambos estaban más que nada entusiasmados de verme con el campeón del mundo. O bien no sabían nada sobre Mónica o bien no les importaba saberlo.
Procuré relajarme, hablarles de Pedro con normalidad, intentando convencerlos de que era un ser humano normal (dentro de lo que podía serlo él, con su especial carácter y comportamiento) y que, por encima de todo, era real y no la ficción de una categoría, de la transmisión de una competición.
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