lunes, 22 de abril de 2019

CAPITULO 111




El coche era simplemente estupendo, con líneas largas y suaves. Sin Pedro no hubiese significado nada; con él, era mucho más que un automóvil de colección en el que nos pasearíamos de camino a la fiesta por su victoria.


—¿Es tuyo?


—Sí, hice que me lo trajesen de casa. En él iremos hasta allí a pasar estos días. Así podrás disfrutar más del paisaje. No es mucho más que campo; es que quiero que lo veas todo.


—Así que lo tienes todo resuelto.


—He hecho planes.


—No puedes planearlo todo, campeón.


—Imagino que contigo a mi lado será difícil hacerlo, porque tú estabas fuera de mis planes y mira lo magnífico que ha resultado no seguirlos. —Me dio un beso rápido—. Sólo he organizado algunas cosas. Entre ellas, que te quedes conmigo, para pasar unos días, celebrar mi cumpleaños y, después, regresar a Mónaco juntos. Allí nos quedaremos hasta la carrera. Ah, eso también ya está resuelto. Se lo comenté a Pablo, de modo que tú no tienes que avisar a nadie.


Pedro, es mi trabajo.


—Y tú eres mi novia. No pasa nada. Viajarás conmigo y te alojarás conmigo.


—¿Y qué?, ¿se supone que dormiré contigo? —pregunté haciéndome la tonta. Eso de que pretendiese controlarlo todo me ponía un poco ansiosa y necesitaba hacerle entender que no todo quedaba bajo sus designios.


—Si quieres, será un placer para mí que compartamos mi cama... aunque, eso de dormir... espero que no mucho. —Sonrió sexi—. No pasa nada, de verdad que no hay problema. No tienes que preocuparte por tu trabajo; allí estará para cuando regresemos a Montecarlo.


—Tendré que pensarlo.


—Empieza a meditarlo ahora, porque el plan es que vengas conmigo a mi hotel esta noche; no quiero tener que volver a alejarme de ti.


—Ok, campeón, pero despacio, que para eso tendrás que hacer muchos méritos —mentí, pues me moría de ganas de estar con él.


—¿Qué debo hacer?


—Antes que nada, procura no perder la sonrisa e intenta disfrutar de la fiesta, pero inténtalo de verdad; no quiero una sonrisa falsa, quiero que te diviertas. Además de eso, no sé, ya veremos. Algo se me ocurrirá.


—Ese «algo se me ocurrirá» me asusta.


—Me parece muy bien que así sea. Ahora, ¿qué tal si nos vamos?


—Supongo que no tengo más opción. —Pedro se apartó de mí y abrió la puerta del descapotable para que entrara.


—Con esto acabas de ganarte unos puntitos más.


Pedro se rio y yo con él.


—Ves como no es tan difícil. —Entré en el vehículo, que era absolutamente precioso, con sus asientos de cuero y con todos esos detalles y el espíritu de una época en la que quizá la gente rescatase y disfrutase más de las pequeñas cosas, una época en la que se corría menos.


Pedro se inclinó sobre mí para besar mis labios.


—Si supieses lo complicado que me resulta —entonó clavando sus ojos en los míos.


—Yo sigo aquí, campeón, justo a tu lado, como te dije.


—Sí, por eso mismo.


Ante sus palabras, me quedé mirándolo en silencio.


En ese instante terminé de comprender lo muy distintos que éramos y lo mucho que le costaba a él estar conmigo; yo estaba totalmente fuera de su patrón, lejos de su círculo de estabilidad y control. Lo amé y respeté un poco más por atreverse a eso, a nosotros, por aunar fuerzas y apostarlo todo a lo que sentía por mí, o a lo que fuese que comenzaba a sentir.



No hay comentarios:

Publicar un comentario