viernes, 26 de abril de 2019
CAPITULO 125
Nos alejamos de la luz debajo de la que se habían acomodado ellas para perdernos un poco en la oscuridad de la noche, lejos de todos, incluidos los fuegos, por lo que allí hacía algo más de frío.
Pese a la proximidad del verano, la noche era un tanto fresca.
Me abrace a mí misma.
Pedro se percató de mi gesto y, con su brazo libre, me abrazó contra su cuerpo.
—¿Te han torturado mucho? Sé cómo puede ponerse mi tía.
—No, está bien. —Viendo que él estaba cariñoso y que por lo visto no había problema en que nos tocásemos en público, me abracé a su cintura. Él sonrió más. Su brazo me estrechó con más fuerza.
—¿Seguro? Lamento haberte dejado sola. Tenía que saludar a todo el mundo. Ya sabes cómo es esto. Ahora estoy libre, soy todo tuyo.
Levanté la cabeza y me estiré para llegar a su boca, mis labios tocaron los suyos.
—Eso suena estupendo.
Pedro se puso serio de nuevo.
—Lamento todos los comentarios que imagino que hicieron. Es culpa mía.
—Pasará. Mientras me abraces, todo estará bien.
Pedro bajó su boca hasta la mía y me besó con ganas para después detenerse sobre mis labios, acariciándolos con los suyos, depositando delicados besos sobre mi piel.
—No te preocupes por lo que digan, la gente siempre tiene algo que opinar sobre la vida de los demás. Así es, sobre todo cuando eres un personaje público. Ellos consideran que, por tener una parte de mi vida expuesta a los medios, debe serlo toda, y se creen con el derecho de criticarme y analizar cada cosa que hago o digo. No permitamos que ensombrezcan este momento.
—No pienso permitírselo. —Lo besé—. Estoy feliz de estar aquí. Gracias por traerme. Me alegra haber conocido a tu familia.
—No te he traído para que pases tiempo con mi familia, lo he hecho para que estés conmigo, te quiero toda para mí. ¿Qué me dices si nos largamos ya? Ya he saludado a todo el mundo, he posado con ellos para un centenar de fotos y es tarde, estoy cansado y sólo quiero largarme de aquí para meterme en la cama contigo.
Reí bajito.
—Me parece que no es conveniente que les digas que quieres largarte de aquí para meterte en la cama conmigo —entoné juguetona, pegándome todavía más a él.
Pedro rio conmigo.
—Tienes razón, no creo que eso sea buena idea. Les diré que estamos cansados. Al fin y al cabo, estaremos unos días por aquí y volverán a vernos. No pueden quejarse.
—Si no es un problema para ti...
Pedro negó con la cabeza.
—¿Quieres terminarte esto? —me preguntó haciendo referencia a la paella.
—No, estoy llena.
Pedro me soltó, se llevó un poco de paella a la boca poniendo cara de que estaba deliciosa y me guio de regreso a la gente.
—Papá, nosotros nos retiramos ya —soltó alzando la voz para que su padre, que se encontraba en la otra punta de la calle, lo oyese.
Luego dejó el plato de paella sobre la mesa.
Alberto giró la cabeza. Lo miró ceñudo; sin embargo, se aguantó y no dijo nada.
—Familia, amigos —comenzó a decir Pedro, alzando la voz otra vez—, nosotros nos retiramos ya. Estamos cansados. Os agradecemos muchísimo el recibimiento. Todo estaba estupendo, pero hemos tenido un fin de semana muy movido y estamos agotados. Gracias a todos una vez más y nos veremos en estos días.
Alzó una mano y los saludó a todos, mientras los presentes nos daban las buenas noches.
De la mano, fuimos hasta su coche.
Nos alejamos de allí recibiendo todavía las buenas noches de unos cuantos.
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