lunes, 29 de abril de 2019

CAPITULO 134




Pedro cerró la puerta y apoyó su espalda contra ésta. Por un par de segundos su cabeza permaneció caída hacia delante, sus manos contra la placa de la puerta, todo el peso de su cuerpo entregado a ella. Respiraba agitado y tenía los labios apretados de un modo tal que su boca casi pasaba desapercibida.


Lo dejé estar unos segundos más, hasta que la preocupación me pudo; su cuerpo temblaba ligeramente.


El campeón alzó la cabeza, adelantándoseme.


—¿Te encuentras bien? —Bajó sus ojos hasta mi pie, que apenas podía apoyar en el suelo.


Renqueé hasta él.


Sin apartar sus ojos azul celeste de mí, Pedro despegó la espalda de la puerta y me abrazó por la cintura.


—Lo siento —susurró en mi oído izquierdo cuando mis brazos rodearon su cuello—. Todo esto es culpa mía.


—Olvídate de lo sucedido, Pedro. Ya ha pasado. Déjalo correr.


—No puedo; te ha lastimado y yo la lastimé a ella. —Una de sus manos llegó a mi cuello; me apartó un poco de su cuerpo para poder mirarme a la cara—. Lo siento, yo no podía seguir así con ella ni conmigo mismo. Tú me demostraste que mi vida podía ser otra cosa, me hiciste ver que hay otra vida. Gracias a ti me atreví a esto. Lo que hice fue lo mejor para todos; soy consciente de que no fue del mejor modo, pero fue lo mejor.


—Está bien. Tranquilo. —Acaricié sus mejillas. Tenía la piel sudada y fría —. ¿Te encuentras bien?


Apartó sus ojos de mí un momento y se relamió los labios.


—Tu pie... —entonó en un suspiro.


—¿Necesitas que te traiga algo, que llame a alguien? No te encuentras bien, Pedro.


—Sólo ayúdame a llegar a la cama. En ocasiones, cuando me pongo muy ansioso... —Bajó la cabeza hacia mí para apoyar su frente sobre la mía. Inspiró hondo un par de veces—. Me pondré bien. Los dos estaremos bien si seguimos juntos.


Sus labios me regalaron un amago de sonrisa.


Acaricié sus mejillas una vez más.


—Tan sólo respira; estoy aquí y no me iré a ninguna parte. Estoy donde debo estar, a tu lado.


—Y yo, al tuyo —me dijo sonriendo. Sus labios tocaron los míos.


Nos quedamos allí juntos un par de segundos, dándonos una buena dosis de cariño como la mejor terapia; luego, su debilidad y mi pie maltrecho llegaron a la habitación.


Lo recosté en la cama y un par de minutos más tarde estaba en la cocina preparándole algo de desayunar.


En cuanto comió y tomó todas sus medicinas, incluida su inyección de insulina, Pedro recuperó el color y la fuerza, incluso un poco de humor; no es que estuviese exultante de felicidad como cuando nos levantamos, pero al menos estaba más tranquilo. Me dio la impresión de que, pese al tinte de tristeza de su mirada, sus ojos estaban más livianos, como si su alma se hubiese quitado un gran peso de encima, como si por fin hubiese conseguido acabar de ponerle un punto y aparte a su vida para poder seguir adelante.


La vida deja sus marcas, pero al menos, cuando la cicatriz comienza a curar, recuperas algo de fuerzas y sigues adelante. Eso le sucedió a Pedro. Con los días se recuperaría, quedándose con lo que quisiese mantener de la persona que era cuando todavía no me conocía, y forjando dentro de sí lo que quisiese ser en adelante.


Si bien pude escapar del evento de la tarde con Alberto de Mónaco, no así de la recepción, para la cual Pedro y yo tuvimos que salir pitando a comprarme algo que ponerme para la ocasión.


Al menos al cóctel asistieron Martin y otros pilotos, así como también Pablo e integrantes de otros equipos, además de muchos famosos que
desconocía y otros que sólo había visto antes en la gran pantalla o cuya música tenía guardada en mi iPod.


Por suerte, lo que teníamos por delante era un fin de semana de carreras como cualquier otro, con las mismas prisas de siempre, con el mismo entusiasmo de siempre. Bueno, puede que el entusiasmo fuese un poco mayor... después de todo, a quien veía correr ahora con el equipo Bravío era a mi novio. ¡Sí, a mi novio!


Pedro tuvo un excelente jueves de pruebas libres. Esa noche regresamos a su apartamento los dos muy cansados y muy tarde; si incluso tuve que esperarlo después de terminar mi trabajo en la cocina porque él había tenido una larga reunión con Toto y el resto de sus ingenieros. Si bien el viernes no había actividad de la categoría en ese circuito, Suri, yo y el resto del personal trabajamos igual, así como Pedro y sus ingenieros, que volvieron a reunirse para, más tarde, liberar al campeón, quien debía ocuparse de entrevistas y otros eventos de promoción.





No hay comentarios:

Publicar un comentario