martes, 16 de abril de 2019
CAPITULO 90
En algún momento Suri encendió el monitor. La actividad en el circuito ya había comenzado para las cámaras de televisión. Intenté no mirar en dirección a la pantalla; allí estaba él, sobre un camión con remolque; el resto de los pilotos lo acompañaban. Saludaban a la gente que empezaba a colmar las tribunas.
Los fotógrafos y las cámaras de televisión no los perdían de vista, en especial a él. Pedro parecía estar bien. No se lo notaba demasiado feliz, aunque, de cualquier modo, tampoco es que fuese de sonreírles a las cámaras. Casi todo el tiempo, la mayor parte de su rostro quedaba oculto debajo de la gorra negra de Bravío.
Un par de veces lo vi saludar sin demasiadas ganas en dirección a las tribunas y, cuando enjuagaba una de mis cuchillas bajo el chorro de agua, vi que Martin se acomodaba a su lado. Se me escapó un suspiró mientras volví a concentrarme en mis quehaceres.
Para el momento de la salida del Gran Premio de Cataluña, el mundo se detuvo, al menos allí, dentro del circuito.
Suri estaba atento a la pantalla y, a decir verdad, yo tampoco conseguía quitar mis ojos de su automóvil. Si es que, a escondidas, quizá queriendo ocultarme a mí misma las ganas que tenía de verlo, estaba espiando en dirección a la pantalla desde que comenzó a prepararse en los boxes para salir a pista a ocupar su lugar en la parrilla. Tampoco logré mantener mi vista muy lejos de él cuando allí, en el primer lugar, se bajó un momento de su fantástico monoplaza para quitarse el casco, la capucha ignífuga, y hablarle a Toto al oído.
Vi a su padre y a David en el box, allí también estaba Helena; de Mónica, ni rastro.
Siempre, desde la primera vez que tuve frente a mí una transmisión de Fórmula Uno, las salidas constituían el momento que me proporcionaba más cantidad de emoción y tensión. Desde que estaba con Bravío, sabía que era todavía mucho más que eso. Era como si me sintiese dentro de ese automóvil junto a Pedro, esperando a que el semáforo diese la salida.
Me agarré del canto de la encimera y rogué que tuviese una buena salida; que se despegase del grupo lo antes posible; que no le sucediese nada, que no le permitiese a su ego apoderarse de sus decisiones, y que su carácter no nublase su capacidad de pensar y de demostrar que era uno de los mejores pilotos de la categoría.
Las luces del semáforo se apagaron y Pedro salió disparado en una increíble reacción. Primera curva muy cerrada a la derecha, la segunda un poco más abierta a la izquierda. Aceleración... Pedro despegándose un poco más de Haruki, que iba en segundo lugar, y Martin en tercero, pisándole los talones al compañero de equipo de Pedro.
Una larga tercera curva hacia la derecha y Pedro distanciándose del pelotón una vez más, como si corriese una carrera contra sí mismo. Sin duda corría en otro mundo, avanzando veloz hacia delante, pero sin excederse; exigiéndole a las curvas lo máximo posible, pero sin comprometer la estabilidad de su monoplaza.
Las carreras son todavía más emocionantes cuando ves que los pilotos las disfrutan, que las viven en cuerpo y alma. Lo que ves deja de ser una visión como la de un juego de PlayStation o algo así, para convertirse en la pasión y la dedicación de un ser humano, en su vocación, en lo que hace que la sangre continué corriendo por sus venas, en lo que lo motiva cada mañana a levantarse de la cama, a abrir los ojos sin importar qué día de la semana sea o cuán casado esté.
Pedro podía tener un montón de defectos y entre nosotros podía desatarse una batalla campal, pero no por eso podía dejar de admirar su dedicación.
Pedro no perdió la primera posición ni siquiera después de su entrada a boxes; Haruki tuvo que luchar a pulso con Martin. La primera entrada a boxes dejó al brasileño en segundo lugar; sin embargo, Haruki no le permitió escaparse. El motor del Bravío, evidentemente más potente, evidenció sus capacidades diez vueltas después. Haruki pasó al Asa en plena recta, recuperando el segundo lugar que luego ya no perdió en la segunda entrada, porque evidentemente los juegos de neumáticos le sentaron mucho mejor y su velocidad, al volver, aumentó.
El final de la carrera se acercaba y Pedro continuaba delante pisando firme, aplastando a los demás con contundencia, y el público lo vitoreaba cada vez que pasaba por la recta principal marcando una nueva vuelta para su gente, para su público, en su casa, en su patria.
El fin de semana le estaba saliendo a pedir de boca. Subiría al podio, se sacaría una foto con sus mecánicos, celebraría con ellos su cumpleaños con la tarta que en ese momento ya estaba en la nevera. Se suponía que la cortarían en boxes después de que Pedro terminase con todo el ritual de ruedas de prensa y entrevistas tras el podio; pensaban hacer una especie de sesión de fotos oficial, por marketing, y, bueno, la realidad es que los chicos esperaban una porción de pastel. Pedro, probablemente, no.
Alguien llamó a la puerta.
Érica pasó sin esperar respuesta. Con un parpadeo, confirmó que los dos seguíamos la carrera.
—Paula.
—¿Sí?
—Necesito que vengas conmigo.
—¿Qué?, ¿vais a hacer lo de la tarta ahora?
—No, sólo necesito que me acompañes al box —le contestó a Suri para después fijar sus ojos en mí.
—¿Yo?, ¿a boxes?, ¿para qué?
—Toto te llama.
—¿Toto?
Me tendió un pase.
—Andando, que la carrera casi ha terminado.
—No, yo no... —Me puse nerviosa—. No tengo nada que hacer allí.
—Sí, sí tienes.
Eso era cosa de Pedro, no me cabía la menor duda, y no pensaba permitir que continuase manipulándome de ese modo.
Negué con la cabeza y le devolví el pase.
—Paula, por favor.
—¿Para qué podría quererme Toto allí?
—No es Toto —dijo Érica ladeando la cabeza con una media sonrisa con la que intentaba contener un secreto que todos conocíamos: eso era cosa de Pedro—. El campeón le ha pedido a Toto que te llamara. Dice que necesita hablar contigo en cuanto se baje del automóvil.
—Ah, bueno... —canturreó Suri.
—Eso mismo —confirmó Érica, sonriendo—. Por lo visto le urge hablar contigo.
—Esto es ridículo. Puede esperar a después, si tiene que decirme algo.
—Evidentemente no puede.
—Pues tendrá que aguantarse.
—A ver si lo entiendes: lo dijo y, cuando eso pasó, lo oyeron todos en el pit wall, lo oyeron los ingenieros y creo que incluso saldrá en las grabaciones de la FIA. No salió al aire, pero, que lo repetirán, no me cabe duda: se guardan todos los audios y repiten aquellos que les parecen graciosos o relevantes.
—Esto no es gracioso.
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