jueves, 2 de mayo de 2019

CAPITULO 145




Antes de Austria y con un anillo de compromiso en mi dedo, el equipo viajó a España a realizar una semana de pruebas que encabezaron Helena y Haruki.


Pedro tenía un par de días libres que, en realidad, no fueron libres, pues tuvo que ocuparse de compromisos con sus patrocinadores en Dubái y, luego, en Mónaco.


Como era de esperar, resultó un tanto complicado evitar que todo el mundo se enterase de que Pedro y yo estábamos comprometidos, a pesar de que ni siquiera habíamos hablado de una fecha para el enlace. 


No me apetecía ocultar el anillo que él me había regalado, pero no por hacer ostentación de la pieza, sino porque, para mí, era agradable llevar aquello conmigo como símbolo de lo que nos unía. Con todo, la joya tenía un tamaño difícil de ignorar, de modo que allí estaba en mi dedo, a la vista de todos, incluyendo los fotógrafos y periodistas de dentro y fuera de mundo del motor.


Hubo mucha gente feliz por la noticia y otra tanta a la que no le cayó muy bien.


No me sorprendió que mi madre opinase que ese compromiso entre nosotros era demasiado precipitado. Lo primero que me soltó, en cuanto se lo conté vía FaceTime, fue que ellos ni siquiera conocían a Pedro, que jamás habían hablado con él, y en eso tenía razón. Le prometí que organizaría un encuentro de nosotros dos con mi padre y ella para que, al menos, pudiesen hablar; sin embargo, con la agenda de Pedro, las diferencias horarias y demás complicaciones, hasta ese momento mis padres seguían sin conocerlo más allá de las fotos de las revistas de corazón o de las transmisiones de la Fórmula Uno.


Tobías también expresó su disconformidad ante lo sorpresivo del compromiso. Al menos él conocería a Pedro cuando viajásemos a Inglaterra para el gran premio, lo que en parte tranquilizaba a mis padres y al propio Tobías; no así a Pedro, quien ni siquiera quería hablar demasiado sobre aquel encuentro. Imaginé que el suceso debía de ponerlo nervioso.


Spielberg, Austria y un nuevo fin de semana de trabajo nos dio a ambos de nuevo una cierta sensación de normalidad. Pedro me dijo una y mil veces que los días que pasaba lejos de mí se sentía como perdido, como si flotase sin sentido, y a mí se me hacía demasiado extraño dormir sola, sin su abrazo, sin su perfume ni sus besos.


Recuperar esa normalidad nos ayudó a ambos a tranquilizarnos, a volver a disfrutar de la decisión que habíamos tomado. Juntos, el compromiso ya no nos parecía una decisión apresurada; juntos soportábamos mejor la presión de los medios, los cuales, para no faltar a lo que eran, comenzaron a especular sobre los motivos que nos habían llevado a tal decisión. Rumorearon a placer: desde que yo estaba embarazada hasta que lo nuestro no era más que una campaña publicitaria para Pedro y el equipo para recuperar su imagen después de que rompiese con Mónica, pasando por infinidad de desvaríos varios.


Los días se comieron las especulaciones; que los dos continuásemos dedicándonos con la profesionalidad de siempre a nuestros trabajos y que Pedro ganase de nuevo, de manera aplastante y dejándolos a todos boquiabiertos una vez más, devoró todas esas habladurías. 


Después de Austria, los medios de comunicación que seguían la carrera de Pedro no pudieron hacer otra cosa que elogiar su impresionante actuación en el campeonato, remarcar una y otra vez sus logros, el modo en que el campeón pulverizaba un récord tras otro, catapultándose así de camino a su sexto campeonato, a ser el piloto con más títulos ganados a más corta edad.


Así como Pedro se lució otra vez, Haruki volvió a no tener un fin de semana muy bueno, cayéndose otra vez del podio por culpa de un toque que tuvo con un piloto de mitad del pelotón para atrás, al salir del box. Por suerte llegó a sumar puntos al cruzar la meta en séptimo lugar.


Martin llegó cuarto, detrás de Kevin, quien batalló hasta último momento con un joven piloto italiano que estaba en su primer año en la categoría y que el domingo había tenido un día absolutamente increíble, convirtiéndose en la sorpresa de la jornada al alcanzar el segundo lugar del podio.


Todo aquello se conjugó para posicionar a Pedro como líder del campeonato por una diferencia que, con cada carrera, parecía más difícil de acortar por parte del resto de pilotos.


De Austria volamos directamente a Inglaterra, si bien el resto de los pilotos regresaron a sus hogares; así lo hicimos porque el plan era que pudiésemos pasar unos días con mi hermano y su familia para que conociesen a Pedro antes
del gran premio al cual estaban invitados a compartir desde el paddock.


A pesar de sus nervios ante la proximidad de conocer a mi hermano mayor, Pedro también se había encargado de hablar con el equipo para que Tobías y los suyos fuesen invitados a participar del día familiar que Bravío organizaba allí todos los años, en un parque muy próximo al circuito.


El lunes amanecimos en Londres, listos para dar el siguiente paso.




No hay comentarios:

Publicar un comentario