viernes, 3 de mayo de 2019

CAPITULO 148




Llamé al portero electrónico. Estaba realmente feliz de volver allí después de tantos meses. Me apetecía un abrazo interminable de mi hermano, y ahogar en besos y cosquillas a mi sobrina.


—¡Pau! —estalló la voz de Tomas para luego gritar en un exultante inglés con ese acento tan suyo un «ya está aquí, Pau ha llegado». Reí. Por el micrófono se coló un «ha llegado la tía», en perfecto español, de mi sobrina, y un «yo les abro», en inglés de mi hermano.


Desde el otro lado de la puerta, después de que el portero electrónico enmudeciese, se coló la felicidad de quienes nos recibían.


—Te dije que estaban entusiasmados por vernos.


—Por verte a ti —me corrigió Pedro.


—Por vernos a ambos.


La puerta se abrió y entonces, al otro lado del umbral, apareció la enormidad de mi hermano gritando mi nombre; no me dio ni tiempo a inspirar una vez más, porque me vi atrapada en su abrazo, seguro y firme.


Como cargaba tantas cosas, se me complicó abrazarlo.


—No puedo creer que te tenga aquí otra vez.


—¡Tía! —chilló Lila, abalanzándose sobre nosotros.


Tobías se apartó lo suficiente como para permitir que, a pesar de tener demasiadas bolsas colgando de los brazos, pudiese alzarla.


Los bucles rubios de mi sobrina cubrieron mi rostro.


—¡Bienvenidos! —nos dijo Tomas, apareciendo por detrás de mi hermano, hablando en su mejor intento de español.


Aproximándome a él sin soltar a Lila, lo saludé con un beso en cada mejilla.


—Qué bien que estés aquí. Te he echado mucho de menos. Cuando te fuiste, dejaste un gran hueco.


—No soy tan grande, Tomas —bromeé.


—Sabes a qué me refiero.


Le guiñé un ojo.


—Gracias por recibirnos.


Se hizo silencio. Todos nos miramos. Sonreí. 


Era hora de hacer las presentaciones.


—Bien, familia, os presento a PedroPedro, éste es Tomas.


Mi cuñado le tendió una mano, que el campeón estrechó con un gesto un tanto nervioso.


—Tobías, mi hermano.


Pedro carraspeó.


—Hola. Es un placer conocerte. —Pedro le tendió la mano a mi hermano con un poco de temor, como si creyese que pensaba destrozarle los dedos, romperle el brazo o quizá arrojarlo al suelo después de hacerle una llave.


Hubiese sido mejor que nunca le contase que Tobías, durante muchos años, había practicado jiu-jitsu.


—Hola. Sí, es bueno tenerte aquí al fin. —Mi hermano le dio un apretón educado—. Hemos oído hablar mucho de ti últimamente.


—Y visto —acotó Tomas—. Felicidades, esas últimas carreras han sido increíbles. Hemos estado siguiendo el campeonato.


—Gracias. Sí, el campeonato está siendo increíble para nosotros.


—Será un placer asistir al día de campo del equipo. Lila está muy entusiasmada con la idea de verte correr.


—¿Tú eres el piloto que vemos por la tele? —le preguntó Lila a Pedro girando sobre mis brazos.


—Sí, él es el que corre y gana las carreras.


—Mi papá dice que también está bien perder algunas veces.


Inmediatamente Tomas y yo miramos a Tobías.


—Bueno, cuando luchas por ganar un campeonato, no puedes perder.


—Pero papi dice que, cuando juegas, está bien perder algunas veces. —Lila entonó el papi en español, aclarando con cuál de sus dos padres había mantenido esa conversación.


—Bueno, lo mío no es un juego y no puedo perder.


—Mi papi dice que él me quiere igual, aunque pierda.


—Y así es. Yo también quiero a Pedro tanto si gana como si pierde —le expliqué a Lila.


—Así es siempre cuando quieres mucho a alguien —intervino Tomas, moviendo sus brazos en dirección a Lila—. Ven aquí, monito, que la tía Paula carga demasiadas cosas.


Lila se pasó a los brazos de su padre.


—Sí, es cierto, pasad. Adelante. —Tobías retrocedió un par de pasos—. Sentíos como en casa.


Pedro le dio las gracias y entramos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario