domingo, 5 de mayo de 2019
CAPITULO 154
Cuando fui a buscarlo al final del podio, la gente de relaciones públicas me avisó de que Pedro había dicho que estaba bien, que continuaría cumpliendo con sus obligaciones, si bien comentó que estaba agotado.
Mordiéndome las uñas, esperé a que diese las explicaciones en la sala de prensa y, acto seguido, las entrevistas en la zona habilitada detrás del edificio de boxes.
Sólo entonces conseguí reunirme con él, y no fue en su autocaravana, sino en el hospital del circuito, al que Pedro había sido trasladado en una de las ambulancias del mismo, acompañado de Alberto, César y David. Pedro había sufrido una descompensación y, si bien no era nada que revistiese gravedad, por poco me da un ataque cuando lo vi en la camilla del hospital, con una bata azul puesta, los ojos cerrados y la piel de un tono verdoso.
El médico de la carrera le recomendó que pasase la noche en una clínica de la ciudad y, aunque Pedro no estuvo de acuerdo, su padre no le permitió negarse a ello. Lo tendrían allí en observación al menos hasta el amanecer.
Pasé la noche con él, mirando cómo dormía profundamente, dando muestras del estado de total agotamiento en el que lo había dejado la carrera.
Con él todavía ojeroso, somnoliento y pálido, abandonamos el hospital pasada la media mañana, para dirigirnos al hotel a por nuestras cosas y, de allí, al aeropuerto.
Después de almorzar en el aeropuerto, partimos en su avión de regreso a Montecarlo, para esperar allí el inicio del Gran Premio de Alemania, circuito en el que Pedro había ganado cinco veces a lo largo de su carrera en la categoría.
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