jueves, 9 de mayo de 2019
CAPITULO 167
—Dile a tu otra mitad que muchas felicidades por ganar la carrera. Todos dicen que se lució —entonó Tobías con sarcasmo.
Gracias a Internet, me llegó el vídeo con su mala cara. Mi sobrina continuaba sonriendo y sé bien que mi hermano no me hubiese dedicado esa
mueca y esas palabras si Tomas hubiese continuado sentado frente a la cámara del ordenador; éste se había levantado cuando llamaron a la puerta, llegaba su cena. Habían pedido comida fuera, hindú, la preferida de mi hermano. Por ser lunes, el restaurante de Tobías estaba cerrado y mi hermano se había tomado el día sabático de sus habilidades culinarias.
Como él no trabajaba ese día, y al encontrarnos nosotros en Bélgica desde esa misma mañana, habíamos quedado en vernos a través de FaceTime; una especie de reunión familiar en la distancia, ya que era complicado organizar una de carne y hueso.
Tobías estaba un tanto enfadado porque, en el casi mes de vacaciones que habíamos tenido de la categoría, no había pasado siquiera unos días por Inglaterra. El caso es que, después de lo que le sucedió a Pedro durante nuestras paradisíacas vacaciones, regresamos directamente a Montecarlo, y allí nos quedamos hasta entonces; cuando un fin de semana le propuse a Pedro viajar para poder ver a mi hermano y su familia, me contestó que estaba demasiado cansado de los aviones y que quería dormir al menos una semana seguida en su cama.
Fueron demasiadas semanas seguidas.
Sopesé largarme sola unos días, pero Pedro estaba muy demandante de mi presencia y, finalmente, desistí de la idea; todavía me pesaba la culpa de haberlo dejado solo aquella noche en la isla.
De cualquier modo, podía comprender que me quisiese a su lado, lo que no comprendía muy bien era ese súbito ataque de ocuparse de cualquier otra cosa cuando intentaba organizar una reunión vía FaceTime con mi hermano o con
mis padres; esa vez, su excusa para no estar presente, pese a que habíamos acordado que lo estaría, había sido salir a correr; dijo que lo necesitaba, que su cuerpo se lo pedía.
Tobías estaba molesto por su ausencia y, a decir verdad, también yo.
—Parece que el sexto campeonato no se le escapará.
—Sí, está haciendo una temporada increíble —le contesté con poco entusiasmo.
Nos quedamos en silencio.
Se oyó a lo lejos la voz de Tomas llamar a Lila para que lo ayudase a poner la mesa.
Nos quedamos solos, uno a cada lado de la conexión.
—¿Te llegó el correo con las fotografías del local?
Claro que me había llegado, y lo había visto esa mañana mientras Pedro preparaba el desayuno. El espacio que mi hermano quería comprar para que instalásemos la pastelería era increíble, incluso había enviado planos e ilustraciones confeccionadas por un arquitecto para mostrarme diversas opciones en las que podíamos distribuir el espacio y componer la decoración.
En cuanto vi el lugar y las ideas que Tobías y Tomas tenían para aquel local, mi corazón se puso a palpitar con fuerza de la emoción, porque la propuesta me encantaba, era lo que había soñado, y de nervios, porque no sabía cómo decirle a Pedro que quizá el año siguiente no iba a seguirlo por el mundo como ese año, durante todo el campeonato; no tenía ni idea de cómo llevaríamos adelante nuestra relación si yo me instalaba en Londres y él no paraba de viajar de una punta a otra del planeta. Es más, ni siquiera estaba segura de querer poner la pastelería, si bien la idea hacía que me chisporrotease la piel.
—Sí, lo he visto esta mañana.
—¿Y? —preguntó alzando sus cejas castañas.
Le conocía el gesto, sabía que estaba a punto de perder la paciencia conmigo. Eso incrementó mi enfado; sentía que no necesitaba pasar por esa situación, no quería pasar por esa situación; el caso es que no tenía ni idea de lo que quería, y me daba la sensación de que, mi hermano y Pedro, tiraban cada uno para su lado. Tomar
conciencia de eso, en este mismísimo segundo, hizo que se me formase un nudo en la garganta.
«¡Mierda!», exclamé dentro de mi cabeza.
—Bueno... no he podido verlas bien.
—¿Qué?, ¿no te han llegado correctamente? Puedo volver a enviártelas.
—No, es que no he tenido tiempo —mentí—. Para mirarlas con detenimiento, digo, para comprender cómo es el espacio y eso.
—Pues a mí me parece que, con los diseños que hizo el arquitecto, esos que te he mandado, queda más que claro cómo es el espacio por dentro. Además, si no te queda claro, puedes venir un fin de semana y verlo por ti misma.
—No sé cuándo podré hacer eso, tengo trabajo. Si bien la próxima carrera es cerca, en Italia, después debemos viajar a Singapur y, de allí, a Malasia... y con la presión de que son las últimas carreras del campeonato...
Tobías me cortó en seco.
—Justo van por la mitad, todavía falta la otra mitad; no son las últimas carreras y, aunque así fuese, Pedro ya tiene el campeonato prácticamente en el bolsillo. Deberías poder escaparte unos días... ¿Se trata de eso? Lo he dicho sin querer, sin doble intención, pero eso parece... Supongo que no tienes que escaparte, pues en realidad eres libre de apartarte cinco minutos de su lado cuando se te antoje, ¿o no?
—¡Claro que sí! Tobías, no lo entiendes.
—No, la verdad es que no.
—Costaría organizar una cita con la inmobiliaria y avisar aquí, al equipo, para cogerme unos días y... quizá el local se venda antes, y si voy y ya no está disponible... —Se me escapó un suspiro.
—No costaría mucho. En realidad, no necesitamos pedir una cita con la inmobiliaria ni organizar nada.
—¿Cómo?
—El viernes compré el local. Ahora soy el propietario. Cuando vengas haremos el papeleo para que esté a nombre de los dos. La única cita que deberíamos concertar es con el arquitecto, pero, como es amigo nuestro, podemos invitarlo cualquier noche a cenar al restaurante y allí discutir las ideas que tú tengas para el diseño.
—Alto. ¿Qué has dicho?
—No precisas entrar en pánico. Lo tengo todo bajo control; conseguí un trato excelente con el banco y sé que podremos devolver el dinero pronto si nos ponemos cuanto antes con las remodelaciones. Me gustaría abrir la pastelería en octubre, a más tardar a finales de ese mes. Espero que sea lo más pronto posible; lo ideal sería tenerlo funcionando para el otoño, para así aprovechar el área de la cafetería.
—Tobías... —jadeé.
—Alguien tenía que tomar la decisión. Alguien tenía que hacer algo drástico, y tú lo único que haces es correr de aquí para allá tras él. ¿Qué excusa tiene hoy para no dar la cara? Mamá me dijo que la última vez que habló contigo él tampoco estaba presente. ¿Le molesta que tengas una familia?
—No es eso, Tobías; es que él no está acostumbrado a tener una, casi toda su vida han estado solos él y su padre, nadie más.
—Pues se supone que contigo formará una. ¿Qué hará, apartarte definitivamente de todos nosotros?
—Eso no... —quise replicar; Tobías no me permitió continuar.
—Es exactamente eso lo que hace. ¿Dónde está?
—Ha salido a correr —contesté después de dudar en si decir la verdad o inventarme una excusa para la cual valiese su ausencia en ese momento. Me mordí el labio inferior.
Oí la puerta. Pedro regresaba de su carrera.
—He bajado mi tiempo —lo oí gritar. Estaba encantado, alegre—. No puedo creerlo. —Su voz sonó más cerca, debía de venir de camino a la sala de estar.
En la pantalla, mi hermano volvió a alzar las cejas.
—Bueno, ha bajado su tiempo, debe de estar muy feliz, ¿no?
—Tobías...
—Felicítalo por eso también.
—Por favor —le pedí a mi hermano al percibir los pasos de Pedro al entrar en el salón.
—¡Aquí estás! No podrás creer el tiempo que he marcado —soltó con entusiasmo.
Al darme la vuelta, lo vi llegar rojo y empapado en sudor, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Todavía sujetaba la botella de la bebida que se llevaba cuando salía a correr, tanto para hidratarse como para mantener sus niveles de azúcar, minerales y demás estables.
Pedro se percató de que estaba realizando una videoconferencia con Tobías y se detuvo sobre sus pasos.
—Ah, no me había dado cuenta... —murmuró.
—Hola, Pedro —lo saludó mi hermano desde la pantalla del ordenador.
—Hola, ¿cómo estás?
—Bien, gracias. —El campeón dibujó en sus labios un amago de sonrisa. Se aclaró la garganta—. Aquí, necesitando una ducha. —Rio sin demasiada emoción—. ¿Todo en orden? —preguntó, y no supe si se dirigía a mí o a Tobías.
—Sí, por aquí todo bien —respondió éste.
—Ah, bien, me alegro. Bueno, os dejo que sigáis hablando, me voy a la ducha.
Pedro no me dio tiempo ni siquiera a pensar en detenerlo allí. Se escapó del salón a toda prisa.
Oí la voz lejana de Tomas llamando a mi hermano para cenar.
—Bien, ahora tengo que irme. Espero que puedas dedicar cinco minutos a echarle un vistazo a las fotografías y los planos del arquitecto. Si no tienes tiempo para viajar, por lo menos podrías darme tu opinión a través de un
correo electrónico para que consigamos organizarnos y, así, empezar las obras. Mañana pensaba ir a un par de sitios en busca de muebles antiguos y a otros que se ocupan de equipar a la industria de la restauración. Te pasaré fotos de eso también. Podemos hacer mucho vía FaceTime, pero de verdad me gustaría que te instalases aquí.
—Tobías... —jadeé—. Tengo trabajo aquí. No puedo...
—Allí no tienes futuro —me cortó en tono seco—. Y eso lo sabes bien.
—Por favor, Tobías.
—Ese tipo no me gusta. Es egocéntrico, egoísta y también un poco maleducado. Y hasta diría que un tanto desagradecido.
—Suficiente, Tobías; hace rato que me percaté de que Pedro no te cae bien.
—Es un idiota.
—¡Tobías!
—No te merece.
—Sí, me parece que ya te oí decirme eso.
—Y no haces nada al respecto.
Inspiré hondo.
—Después de cenar dedicaré un rato a ver las fotografías y a tomar algunas notas, lo prometo. ¿Podrías pasarme los números? Si seremos socios en esto...
—Eso era lo que quería escuchar, que al menos lo considerarás. Los números no importan ahora, Pau. Tan sólo piénsalo, dime qué opinas. Te quiero entusiasmada con este proyecto; te quiero ver feliz y haciendo lo que te gusta. Quiero que dejes de correr detrás de él.
—No corro detrás de él, corro con la categoría, eso es todo.
—Y hazme un gran favor.
—¿Cuál?
—Mamá me contó que, cuando hablasteis ayer, volviste a mencionar lo sucedido en la isla. No fue culpa tuya, ¿ok? No eres su niñera. Mamá está preocupada por ti y yo también. No quiero que ese sujeto, además, te manipule en base a la culpa o a su enfermedad.
—Él no hace eso.
—Pues algo hace... no sé si eso o qué, pero ésta no eres tú.
La voz de Tomas volvió a oírse.
Tobías meneó la cabeza.
—Hablamos mañana, si te parece bien.
—Sí, claro —respondí con un nudo en la garganta.
—Cuídate.
—Y tú.
La pantalla se puso en negro. Me aparté del ordenador y fui a buscarlo. La habitación estaba vacía, en el baño corría el agua de la ducha.
—Pedro —lo llamé desde la puerta.
Éste se escurrió el agua de los ojos y me miró sonriendo con los ojos y con la boca.
—¿Vienes a hacerme compañía?
Le sonreí, no pude evitarlo; a pesar de todo, él continuaba provocándome sonrisas.
—¿Qué me dices, petitona sexi? ¿Te apetece darte una ducha caliente con el campeón? Quiero celebrar contigo que he bajado mi récord de tiempo. Estoy cada día más veloz, pero aquí, contigo, pienso tomarme todo el tiempo del mundo, sin prisas. —Pedro apartó un poco la puerta de cristal de la cabina y me tendió una mano—. ¿No tienes ni un poco de ganas de nosotros?
—Siempre tengo ganas de nosotros, Pedro. —Acepté su mano y él, de un tirón y así, en camiseta y shorts vaqueros cortados, me metió en la ducha para comenzar a besarme, para desvestirme y para hacerme el amor allí mismo.
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