viernes, 10 de mayo de 2019

CAPITULO 171



Pedro había firmado por dos temporadas más con Bravío, con una suma que superaba lo exorbitante. Incluso tenía entendido que Helena también estaba confirmada como integrante de Bravío para el próximo año.


—Si Haruki no consigue buenos resultados en esta carrera, creo que las cosas se pondrán muy feas para él.


Preferí no seguir escuchando. Me largué de allí tan rápido como mis piernas me lo permitieron.


Como era de esperar, Suri se dio cuenta de que algo me sucedía; imaginé que creyó que había discutido con Pedro.


La prueba de clasificación dio comienzo.


Suri empezó a morderse las uñas.


Martin fue el primero en marcar un buen tiempo.


A continuación marcó el récord el joven piloto italiano del cual ya decían por ahí que se convertiría en el próximo Pedro; por supuesto al campeón no le gustó ni un poco leer eso en el periódico en mitad de nuestro desayuno, durante uno de los días que pasamos de vacaciones en Montecarlo. Pedro en seguida me dijo que, a la edad de ese chico, él ya acumulaba varios podios, con un par de primeros puestos.


Pedro salió a pista cuando el tráfico en ésta se calmó y marcó su tiempo.


Haruki, tras él, se quedó con el segundo mejor tiempo.


Pedro se quedó con la Q1, con la Q2 y entonces...


A nada del final, cuando todos creíamos que la pole era de Pedro, los tiempos de Haruki en el monitor comenzaron a ser mejores que los de Pedroambos iban por su última vuelta después de la caída de la bandera a cuadros.


A mitad de vuelta, Haruki era notoriamente mucho más veloz que Pedro y a menos que cometiese un error...


Parecía como si todo el circuito estuviese conteniendo el aliento. Los únicos que quedaban en pista eran Pedro y Haruki. Todos en los boxes y en las tribunas seguían sin parpadear lo que quedaba de la vuelta.


«Ahí está la presión», me dije. Haruki estaba empujando con todo lo que tenía y lo que no para quedarse con la pole position, para demostrarle al equipo que podía estar a la altura del campeón.


Nerviosa, me retorcí los dedos de una mano con los de la otra, mientras pensaba en las consecuencias de eso, porque, conociendo a Pedro, sabía que las habría.


No podía no estar contenta por Haruki, pero sabía que eso a Pedro no le sentaría bien. Que no se quedase con la pole no implicaba que al día siguiente no pudiese alzarse con el primer puesto en la carrera, pero, sin duda, no estaría nada feliz de saber que su compañero de equipo había podido sacar de su coche mucho más que él del suyo, eso sin mencionar que tampoco le haría muy feliz saber que quizá Haruki tuviese un mejor vehículo del que habían podido brindarle sus propios mecánicos e ingenieros.


Giré la cabeza y espié a Suri. Estaba pálido, serio. Olfateaba problemas, igual que yo. Sus ojos se cruzaron con los míos. No comentó nada, ni falta que hizo, pues su mirada lo decía todo.


Volví la vista hacia el frente. Haruki había perdido una ínfima porción de tiempo, no lo suficiente para perder la vuelta con Pedro, quien, pese a continuar a buen ritmo, no lograba ponerse a la altura de su compañero de equipo.


Mi pulso se fue al demonio cuando la cámara encuadró el inicio de la recta y el contador de tiempo de la vuelta de Haruki, en comparación con la vuelta de Pedro, era mejor; de seguir así, ocuparía el primer lugar en la parrilla de salida.


Quería mirar y no mirar; quería que Haruki hiciese la pole y al mismo tiempo esperaba que la primera posición quedase en manos de Pedro.


Mis esperanzas, mis ilusiones, nada de eso importó.


El comentarista gritó como desaforado, lleno de energía y felicidad, cuando Haruki pasó por la línea de la meta ciento treinta y siete milésimas por debajo del tiempo de Pedro.


Las tribunas se pusieron en pie. Las cámaras, a continuación, mostraron a los mecánicos del japonés saltar de sus sillas para celebrarlo.


Ya nadie parecía recordar que el campeón debía de estar terminando su vuelta.


¿Dónde estaba la transmisión de la cámara a bordo del coche de Pedro?, ¿dónde su tiempo? ¿Qué sucedía?, ¿por qué nadie lo mencionaba?


Contuve el aliento.


Se me puso la piel de gallina.


La cámara a bordo que mostraron fue la de Haruki y el audio, el de su ingeniero de pista diciéndole que la pole position para la salida de mañana era suya.


—Mierda —jadeé sin querer.


La cámara de la transmisión entonces enfocó a Pedro.


—Segundo puesto —anunció la voz de Toto, quien debía de estar avisándolo de que Haruki se había quedado con el primer lugar.


—¡¿Qué?! —estalló la voz de Pedro en el audio, para que el mundo entero la oyese.


—Haruki ha hecho la pole, Siroco. Mañana saldremos desde la segunda posición.


—¡¿Qué mierda dices?! Tienes que estar bromeando.


Pedro debía de haber olvidado que su audio podía ser captado por el mundo entero.


—Segundo puesto —se limitó a repetir Toto, y entonces la conversación murió.


Tuve que decirle a mis pulmones que volviesen a tomar aire, porque estaba ahogándome.


—¿Eso realmente acaba de suceder? —me preguntó Suri.


—Eso parece —balbucí.


—Bueno, no importa; incluso con un segundo puesto en carrera... —Suri se detuvo—. El campeón es un luchador empedernido, una pole más o menos no cambiará... tiene mucha diferencia en el campeonato.


—Sí, claro —comenté. Eso no impediría que Pedro estuviese de un humor de perros. Lo conocía de sobra como para saber que eso no sería para él un detalle menor; solamente me restaba intentar suavizar sus efectos.


Haruki transitó por la calle de boxes y se detuvo justo frente a la zona de pesaje para salir de su coche y celebrar su merecido primer puesto. 


Uno de sus ingenieros se le acercó para felicitarlo y, cuando se quitó el casco, más que felicidad vi alivio en su rostro, al menos una pizca.


Los periodistas se pusieron a gritar su nombre y Haruki se animó con una sonrisa y saludó con la mano al público, que estaba feliz de verlo en el primer lugar.


Cuando el monoplaza de Pedro comenzó a aproximarse por la calle de boxes, Haruki, acompañado de su ingeniero y de alguien de la FIA, se metió en el edificio para cumplir con los procedimientos establecidos.


Volví a contener el aliento al ver a Pedro aminorar la marcha hasta detenerse.


«Y una mierda», musité dentro de mi cabeza al ver salir a Pedro de su coche tironeando con fiereza del cinturón de seguridad, de los protectores y del HANS.


Toto se le acercó.


Pedro se quitó el casco. Parecía querer comérselo crudo.


El campeón se arrancó los auriculares de las orejas. Su rostro estaba empapado en sudor y rojo; quizá no por el calor, sino más bien por el cabreo y la decepción, que eran evidentes en cada uno de los músculos de su cara.


De oído a oído, cruzaron un par de palabras. 


Toto hizo amago de sujetarlo por el hombro un par de veces, como si quisiese calmarlo, pero Pedro se lo sacó de encima. Llegó un punto en el que el campeón retrocedió un par de pasos y, gesticulando, lo increpó. Las cámaras no llegaron a captar lo que Siroco dijo, pero imaginé que, quienes los rodeaban, sí lo oyeron. Toto se acercó a él y, con un gesto poco elegante, lo agarró por la tela del mono ignífugo justo por encima del hombro. Pegó su rostro al de Pedro y le dijo algo. La mala cara de Pedro no cambió, pero, al menos, dejó de intentar zafarse del agarre. Toto añadió algo más y quiso llevárselo hacia dentro, rodeándole los hombros con un brazo; Pedro se escapó de él, perdiéndose en la oscuridad del interior del edificio.


La transmisión pasó de aquella imagen a la de Pablo en el pit wall, girado sobre su asiento, observando con cara de preocupación lo que sucedía en la zona de pesaje.


Tuvimos que esperar un rato para tener frente a nosotros la rueda de prensa con los tres primeros clasificados. Haruki, en el centro, con el número uno, y a sus lados, Pedro en el segundo lugar y Martin en el tercero. El brasileño lucía satisfecho; Pedro, furioso. Mientras terminaban de acomodarse en sus sillas, Martin lanzó en dirección a Pedro un par de miradas de preocupación.


La primera pregunta, como siempre, fue a Haruki, por tener el primer puesto. Le pidieron que explicase su vuelta y cómo había hecho para lograr superar el tiempo de Siroco.


Cuando el periodista mencionó su apodo, el entrecejo de Pedro se tensó, al igual que su frente, y sus labios se convirtieron en una línea dura.


Haruki habló con un poco de ansiedad y no fue capaz de dar demasiadas explicaciones. Fueron poco más que monosílabos y miradas de reojo en dirección a Pedro, quien parecía decidido a ignorarlo por completo, como si se negase a aceptar la situación.


Cuando se dirigieron a él, Pedro simplemente dijo que no esperaba que sucediese lo que sucedió y que haría lo necesario para ganar la carrera al día siguiente. El periodista insistió, intentando sacarle, quizá, una confesión de decepción, o tal vez de derrota. Yo sabía que había mucha gente que debía de estar saltando de felicidad porque el campeón no estuviese, al menos por una vez, en primera posición. Pedro no dio su brazo a torcer, dijo que no tenía nada que añadir y que se reuniría con sus ingenieros y mecánicos para poner el automóvil a punto para la carrera.


Quien dirigía la rueda de prensa al final se cansó de insistir y se dirigió a Martin, que intentó, como siempre, con su carisma y su buen humor, remontar la situación. Realizó un gran esfuerzo para ello, pero, cuando las preguntas volvieron a Haruki, el ambiente se tensó de nuevo, porque el japonés no tenía ganas de hablar, y aún menos Pedro, quien directamente se cruzó de brazos y repitió que no tenía nada más que añadir.


La rueda de prensa fue incómoda hasta para los que la seguíamos por televisión y terminó mucho antes de lo esperado.


La transmisión volvió a los comentaristas en el estudio y una cámara se ocupó de mostrar a Haruki en el recinto destinado a las entrevistas, hablando de su pole.


Pedro se presentó allí, seguido de una de las personas de publicidad de Bravío; prácticamente no dijo nada, simplemente le enseñó a los objetivos su peor mala cara. Otra vez, todo acabó muy pronto.


La jornada terminó con todo el énfasis puesto en la carrera del día siguiente. Más de uno no pegaría ojo esa noche, a la espera de lo que pudiese suceder durante las cincuenta y seis vueltas al circuito de Sepang. Una de esas
personas sería yo. Yo, que ya estaba preocupada por el estado en que encontraría a Pedro cuando pudiese librarme del trabajo en la cocina para ir a verlo a su autocaravana.





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