domingo, 12 de mayo de 2019
CAPITULO 177
Soporté en silencio un par de vueltas y, entonces, busqué mi móvil y llamé al móvil de Érica. Al instante me salió el buzón de voz; le expliqué que quería saber cómo estaba Haruki y colgué.
Cuando mostraron otra vez el box de Bravío, ya no las vi ni a ella ni a Helena allí.
Intenté ponerme en contacto con ella dos veces más, también llamé a dos de las personas que trabajaban en relaciones públicas, pero sus móviles también me enviaron directo a los buzones de voz.
Tenía el número privado de Pablo, pero no me pareció correcto llamarlo; ya debía de tener suficiente con ocuparse de la situación.
—En seguida regreso. Intentaré averiguar algo.
Al pobre Suri no le di tiempo ni a aceptar mi partida. Salí de la cocina. En el comedor del equipo no quedaba ni un alma.
Dejé atrás aquella zona para internarme en la parte del terreno que estaba dedicada a las autocaravanas y los camiones del equipo. No había nadie, por lo que me dio la impresión de que todos se habían marchado tras Haruki.
Salí a paso ligero en dirección a los boxes. Allí, en la parte posterior, sí había gente, mucha gente; estaba lleno de periodistas, de empleados de otros equipos.
Alguien me vio con la camiseta de Bravío y me preguntó por Haruki. Le contesté que no sabía nada.
Por entre un montón de cabezas divisé a Érica, hablando por su móvil. Se movía frenética de un lado a otro de un vallado que contenían tres personas de seguridad del equipo.
—Soy del equipo —les grité a los de seguridad cuando se abalanzaron sobre mí para cortarme el paso. Alcé mi identificación.
—No puede pasar —me gruñó uno de ellos con cara de perro.
—Pero soy del equipo. ¡Érica!
Ésta giró la cabeza en mi dirección, todavía hablaba por teléfono. Con un dedo en alto me indicó que esperase un segundo.
Aguardé detrás de la valla con los tres tipos, enormes como osos, apostados frente a mí.
Los segundos se me hicieron eternos.
—Permítanle que pase, es del equipo —pidió Érica, guardando su móvil en el bolsillo trasero de sus pantalones.
De mala gana, los tres sujetos me dejaron el paso libre.
—¿Sabes algo?
—No mucho. —Su rostro se ensombreció—. Estaba inconsciente. Tiene una fractura muy fea en la pierna derecha, su brazo derecho también está roto. Se golpeó mucho de ese lado. Sus constantes vitales... —Se le llenaron los ojos de lágrimas—. Ya está en el hospital; no sé más que eso. —Una primera lágrima rodó por su mejilla—. Estaban muy preocupados, porque, más allá de las fracturas, sospechan que puede tener lesiones internas. Me llamarán en cuanto sepan más.
La abracé. Mis ojos también se aguaron. Sentí miedo y quise largarme directamente al hospital para saber de él. Todavía no podía creer que la carrera continuase pese al accidente.
Regresé a la cocina, porque no podía dejar a Suri solo; además, quería contarle las novedades.
La carrera continuaba como si nada cuando entré en la cocina otra vez, y Pedro la ganaba por la misma diferencia aplastante de siempre.
Le conté a Suri lo que sabía de Haruki.
Media hora más tarde, Érica me llamó al móvil para decirme que estaban operando a Haruki, pero no tenía más información.
La carrera siguió. El equipo se lució en las paradas en boxes.
Pedro ganó la carrera, Martin llegó en segundo lugar.
Pedro lo celebró con champagne, sonriendo; Martin fue más mesurado en su festejo.
Pedro cumplió con la rueda de prensa y el resto de sus compromisos.
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