jueves, 16 de mayo de 2019
CAPITULO 190
Llamé a casa y a Tobías; con mis padres más que nada, fue una conversación podríamos decir que técnica, para hablarles del aspecto médico del estado de Pedro. Con Tobías fue distinto; con él desahogue la angustia que llevaba dentro, el miedo de perderlo, de haberlo echado a perder. Le hablé de la sensación que tenía de haberle arruinado la vida, de la desesperación de no saber qué hacer para ayudarlo. Lloré y Tobías me escuchó. Las palabras de mi hermano me llegaban como las de nadie más en este mundo, pero, de cualquier modo, no consiguió levantarme el ánimo ni apartar del todo de mí la culpa y la desesperación que sentía.
Mientras me vestía, pedí de comer con la esperanza de recuperar un poco de energía y que eso reanimase mi humor.
La comida fue de ayuda para que mi cuerpo entrase un poco en calor; sin embargo, el miedo no desaparecía; tenía pánico de que Pedro volviese a reaccionar mal ante mí.
El taxista no condujo lo suficientemente rápido, el ascensor no ascendía por los pisos a la velocidad que debía. Tenía la impresión de que el mundo había ralentizado su avance para que mi reencuentro con él se demorase. Era como si alguien lo empujase lejos de mí a cada paso que daba.
Al abrirse las puertas del ascensor en el piso en el que tenían ingresado a Pedro, no lo pude creer. Lo que preferí no creer, cuando vi a Martin yendo y viniendo por el pasillo, con los brazos cruzados y la cabeza gacha, fue una idea que me ahogó por completo: algo malo debía de haber sucedido con Pedro y por eso él estaba allí, montando guardia frente al ascensor, esperándome para darme la horrible noticia. Pensé en Pedro, en su vida, en lo que sería para mí perderlo, y, después, en lo que significaba para él perder su pierna.
Martin alzó la cabeza al oírme llegar.
—Ah, hola, te estaba esperando.
Él fue quien se acercó a mí, porque yo no tenía los medios para llegar a él, no con todo lo que me rondaba en la cabeza.
—¿Qué pasa? ¿Ha ocurrido algo? ¿Han tenido que volver a operarlo...?
—Bueno, no está mejor; tiene fiebre y les está costando hacer que baje; además, su diabetes está un tanto incontrolable esta mañana. Los últimos análisis no salieron demasiado bien.
—¿Tendrán que operarlo? —solté entrando en pánico.
—Los doctores querían hacerlo hoy mismo. Su vida está en peligro. Las complicaciones son cada vez más notorias.
Sentí como si alguien me diese una patada en el pecho.
Pedro... pobre Pedro. Eso sería increíblemente duro de afrontar para él. El campeonato, sus sueños, todo para lo que él vivía y era.
—¿Ya se lo han dicho?, ¿cómo ha reaccionado?, ¿qué dice Alberto? —Me llevé ambas manos a la boca; tenía la impresión de que estaba a punto de vomitar todo lo que había desayunado, incluso me parecía que sacaría por la boca todas mis entrañas, que me quedaría vacía. La impotencia hizo que sintiese que mis brazos eran demasiado poca cosa para ayudarlo a mantenerse en pie. ¿Cómo sostendría su espíritu, si en ese instante no era capaz de sostener el mío?, ¿cómo lo mantendría con vida y con ganas de vivir si en ese momento yo no podía respirar?—. Tengo que verlo —jadeé desesperada—. Debo estar con él. —Di un paso para dirigirme hacia su habitación; no fui más lejos que eso, Martin se interpuso en mi camino—. ¿Qué? —Nos miramos a los ojos—. ¿Qué es lo que no me dices?
—Pedro no quiere operarse.
—Pues alguien tiene que hacerlo entrar en razón. —Hice el amago de seguir con mi camino, pero Martin no me lo permitió—. Martin, por favor, déjame pasar. Tengo que hablar con Alberto; sé que él no será tan inconsciente como para permitir que Pedro ponga en riesgo su vida por seguir corriendo; además, ¿quién dice que no podrá correr? Podrían ponerle una prótesis, podrían...
Como Martin se había quedado mirándome sin parpadear, muy serio, me detuve. Supe que había algo más. Sus manos llegaron a las mías.
—Habla.
—Alberto tampoco quiere que lo operen. Pedro no quiere operarse.
—Es que... se trata de su vida, Martin. No puede poner en peligro su vida.
—Eso mismo: es su vida, Paula.
Me llamó la atención que Martin no me llamase Duendecillo.
—¿Qué es lo que pasa aquí?, ¿qué es lo que no me cuentas?
—Alberto, David y Pedro hablaron con los médicos; les dijeron que rechazaban la operación. —Hizo una pausa—. Han estado investigando y han encontrado un hospital especializado en Alemania.
—¿Qué dices? ¡Eso es una locura! ¡¿Qué harán, trasladarlo en el estado en el que está de aquí a Alemania?! ¡Son demasiadas horas de vuelo! No pueden permitirles hacer semejante locura. ¡Los médicos no pueden estar de acuerdo con esto!
—No, no lo están; los abogados de Pedro ya se han puesto en marcha y han conseguido elaborar un papel en el que Pedro se hace completamente responsable de lo que le suceda.
—¿Cómo...? ¿Cuándo ha sucedido todo eso? Sé que es casi media tarde, pero apenas me fui anoche y... ¡Tengo que hablar con Pedro! —Del terror, el corazón me dolía a cada palpitar.
—Esta madrugada, cuando se puso mejor, Pedro le pidió a su padre que llamase a Mónica.
En ese instante sentí como si una de las autocaravanas de Bravío me llevase por delante a toda velocidad; me sentí como debe de sentirse un pequeño insecto al ser aplastado por un camión a toda velocidad en medio de una ruta hacia ninguna parte.
—Mónica está con él, Paula.
Toda mi carne se heló. Tuve que sostenerme de sus manos para no caer.
—En un par de horas, ella se puso en contacto con los doctores de Pedro y éstos le recomendaron una clínica. Mónica se encargó de organizar su llegada allí. Ella tampoco quiere que lo operen.
Las lágrimas se me escaparon todas juntas.
—No es que yo quiera que pierda su pierna, Martin, es que no quiero perderlo a él, quiero que Pedro viva. Él tiene mucho más por lo que vivir aparte de la Fórmula Uno. Me tiene a mí; se suponía que tendríamos una vida juntos. Antes de la carrera me dijo que, en cuanto regresásemos a Montecarlo, podríamos pedir una cita en el... —Las lágrimas inundaron mi garganta; algo dentro de mí me decía que eso ya no tenía oportunidad de suceder—. Es sólo que no quiero perderlo, Martin; no quiero perder a Pedro. Lo amo. Quiero pasar el resto de mi vida a su lado.
—Lo único que puedo decirte es que creo que ellos quieren que Siroco viva y lo intentarán a toda costa.
Entendí a la perfección el significado de sus palabras.
—No quieren perder al campeón y yo no quiero perder a mi amigo. Le dije que todo esto es una locura y me echó de allí. Empezó a decir toda clase de cosas sobre... —Se interrumpió—. Dijo que tú y yo... estupideces. —Apartó la mirada un momento—. Y que ninguno de nosotros entendía lo que significa ser él, lo que le ha costado ser él.
—Tengo que verlo —solté empujando el peso de mi cuerpo hacia delante.
No conseguí otra cosa que dar contra Martin.
—Mónica está con él.
—Me importa una mierda si ella está allí, soy su prometida.
—No creo que sea buena idea. Te acompañaré a tu hotel.
—¡¿Al hotel?! No pienso ir a ninguna parte, Martin; él está aquí.
—Dijo que no quería volver a verte. Sé que hoy por hoy no debe de saber lo que dice, está muy turbado... Sólo intento ahorrarte el mal trago. Quizá cuando todo pase...
—¿Quizá cuando todo pase? ¿De qué hablas?
—Mejor nos vamos.
—No pienso ir a ningún lugar sin hablar antes con él. Yo no me largo cuando las cosas se ponen difíciles.
—Pues las cosas pueden ponerse difíciles o ponerse Pedro, Paula, y en este momento Pedro está muy Pedro, muy Siroco.
—¿Ha terminado conmigo y ahora está con ella? ¿Es eso? ¿Ha hecho eso sin ni siquiera estar yo aquí, sin mirarme a la cara?
La cariñosa mirada castaña de Martin, siempre tan llena de ánimo, cayó al suelo derrotada.
—Lo siento.
—¡Hablaré con él! —De un tirón, me liberé de las manos de Martin. De modo alguno permitiría que eso acabase así. Pedro podía ser muy Pedro, muy Siroco, pero yo era mucha Paula, mucho más que Duendecillo o su petitona.
—No lo hagas, Paula, por favor.
—Déjame en paz —bramé moviendo los brazos para alejarlo de mí mientras continuábamos camino a su habitación.
—Únicamente conseguirás que te lastime, que diga cosas de las que probablemente, cuando todo esto pase, se arrepentirá. No tiene sentido, Paula, no entres. Hoy no sabe lo que dice.
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