martes, 21 de mayo de 2019
CAPITULO 205
Para la vuelta treinta y cinco, los tres, después de entrar rezagados a boxes respecto al resto de pilotos, se encontraban otra vez en el respectivo orden de salida, dispuestos a cumplir con las últimas vueltas de la carrera.
En teoría serían veinte vueltas tranquilas.
Y lo fueron.
—Ya falta poco —me susurró al cabo de un rato Alberto, poniéndome una mano en el brazo—. Dos vueltas más y será campeón.
Apreté entre mis dientes el chicle que llevaba toda la carrera mascando.
—Es... No puedo creerlo. Es decir, en realidad sí lo creo; no me sorprende, es Pedro; si él no es capaz de algo así, nadie lo es.
—Dudo de que lo hubiese conseguido sin ti. Eres su motivación; has sido su motivación para recuperarse y lo eres para correr.
—No me necesita a mí para motivarse para correr —le dije sonriendo—. Es él, es Siroco, es el campeón.
—Ahora es más que eso y por eso te necesita. Exigimos demasiado del campeón, hasta casi matarlo. No sé si comprendes lo que digo, literalmente creo que lo agotamos y yo tuve la culpa en eso. Después del accidente es mucho más de lo que era, es el campeón, y mucho más; por eso ahora está ganando esta carrera. Es un piloto distinto, un ser humano distinto, y por eso quiero agradecértelo. Y creo que también necesito pedirte disculpas. Lo que era Pedro antes de conocerte fue en lo que nos convertimos casi sin darnos cuenta, hacia donde escapamos cuando creímos que nuestro mundo, que mi mundo, se había terminado después de que falleció mi mujer. Hoy estamos otra vez en ese mundo que también tiene lugar para este mundo, el de la Fórmula Uno y Pedro ganando otra vez. —Alberto se quedó mirándome a los ojos y me sonrió—. Gracias por estar aquí, Paula, por darle otra oportunidad. Pedro se la merece, de verdad.
Quedé boquiabierta y muy emocionada.
—Quería felicitarte por tu pastelería, pues todavía no lo he hecho. Me alegra mucho por ti. Pedro dice que el lugar funciona muy bien.
—Sí, bueno...
—Con Pedro hemos estado hablando de que a los dos nos gustaría echarte una mano, quizá haciéndote un poco de publicidad por aquí. Ya hemos pensado en algunas cosas con los patrocinadores que tenemos; si te parece, lo conversamos tranquilos en algún otro momento, porque espero que estés dispuesta a compartir conmigo una taza de café a solas. Me gustaría hablarte de Pedro, contarte cosas sobre él, y me gustaría que me hablases de ti. Llevamos meses dando vueltas con la categoría y apenas si nos conocemos, y eso es culpa mía... y quiero pedirte perdón por eso, por el modo en que me he comportado contigo.
—Alberto...
—Además, quería decirte que me apetece mucho conocer a tus padres y a tus hermanos, y que me hará muy feliz poder pasar con vosotros la Navidad y el Año Nuevo. Gracias por eso, llevamos mucho sin disfrutar de una Navidad en familia.
—Bueno, yo... Gracias, no sé qué decir.
—No me agradezcas tú a mí; yo te estaré eternamente agradecido por hacer feliz a mi hijo, por hacerle ver a él y por hacerme ver a mí que puede ser algo más que el campeón, que Siroco. Gracias —repitió ante mi silencio.
—Me encantará tomar ese café contigo, Alberto —dije tuteándolo por primera vez.
El padre de Pedro me sonrió.
—Y te agradezco que quieras ayudarme con la pastelería, pero no creo que los patrocinadores de Pedro... Lo hablaremos en otro momento; de verdad que no es necesario. —Mi voz tembló de emoción. Exactamente así debió de ser todo sin el accidente de Pedro de por medio. O, bueno, quizá eso debió de pasar para que todos entendiésemos qué queríamos para nuestras vidas y cuáles eran nuestras prioridades.
—Los patrocinadores son de mucha ayuda, Paula.
—Sí, lo sé.
—Por eso Pedro está ahí ahora. Conseguimos dos patrocinadores nuevos con los que financiamos una fundación que investiga en avances para el tratamiento de la diabetes.
—Pedro no me ha dicho nada.
—Por eso quería hacer el esfuerzo de correr hoy sí o sí. —Volvió a sonreírme—. Ya sabes cómo es. Me dijo que te lo confesaría después de la carrera, conjuntamente con el hecho de que vino para estar en la pista cuando Martin se convirtiese en campeón. Dijo que no quería perdérselo por nada del mundo, que no pensaba mirar por televisión la última carrera de su mejor amigo. Además —rio—, Martin es bastante culpable de que vosotros hayáis terminado juntos.
Sacudí la cabeza, confundida.
—Bueno, es Pedro quien está ganando la carrera y, para ganar el campeonato, Martin necesita ser el primero sí o sí. Si Pedro gana, el campeonato será suyo.
—Si Pedro gana... —susurró su padre, y apuntó con uno de sus dedos en dirección al monitor.
Pedro entraba en la última vuelta.
Martin pasó detrás de él por la cámara, Helena siguiéndolo a poco más de dos segundos.
—¿Qué pasa, Pedro? —oí que le preguntaba Toto. Su voz me llegó por el auricular que tenía sobre la oreja, el otro lo había apartado para poder hablar con Alberto.
—Nada —contestó.
—¿Nada? ¿Hay algún problema con el motor? Has perdido dos décimas.
—El motor está bien, al menos hasta lo que yo sé. Repito, el motor está bien.
—Pero estás perdiendo tiempo. ¿Son los neumáticos? Aguanta. Podemos llegar —le dijo Toto, y vi a Pablo, en su silla frente al pit wall, dejarse caer sobre el respaldo para repantigarse muy cómodo.
—Los neumáticos están bien. Muy buen set, felicitaciones a los fabricantes.
—Mierda, Pedro, ¿te burlas de mí? Has perdido una décima más —soltó Toto con voz estrangulada y vi a los mecánicos tensarse sobre sus sillas al ver por los monitores que la distancia entre Pedro y Martin se acortaba.
—¿Te sientes mal?, ¿es tu pierna? Si no estás bien, debes parar. Repito, si no estás bien, debes parar. —Toto sonaba genuinamente desesperado.
—Estoy genial, Totito, todo va de maravilla y según lo planeado. Relájate, que estamos a punto de ganar el campeonato de constructores.
Ante las palabras de Pedro, el padre de Pedro me guiñó un ojo.
Vi a Pablo girar sobre su silla para volverse en dirección a Toto. Pablo le palmeó la espalda, sonreía.
—¿Qué mierda pasa, campeón? —musitó Toto mientras Pablo continuaba hablándole al oído.
Ya no faltaba casi nada para que Pedro llegase a la bandera a cuadros.
—¿Qué ocurre aquí? —le pregunté a Alberto.
—Que el campeonato está a punto de cambiar de manos. Eso es genial para la categoría, ¿no? La gente se divierte más cuando hay variedad, es lo que esperan ver los espectadores.
—Pero... —El resto de mis palabras no salieron; vi a los tres punteros avanzar hacia el final de la carrera, a Martin acelerar a fondo para pasar la meta a toda velocidad detrás de Pedro y entonces...
Con la bandera a cuadros quizá a tres metros de distancia, Pedro de pronto ralentizó al máximo su avance y Martin, sin ni siquiera poder comprender lo que sucedía, pasó por su lado para llegar a la bandera a cuadros en primer lugar.
El box de Bravío, el box de Asa, todos los boxes y las tribunas estallaron en gritos de algarabía para felicitar a Martin, el nuevo campeón.
Pedro pasó la meta en segundo lugar, con Helena justo detrás de él.
Así Bravío se quedaba con su sexto campeonato de constructores consecutivo.
Alberto me abrazó y todos se pusieron a celebrarlo. Fue la locura y, al comprender lo que Pedro acababa de hacer en ésta, la última carrera de la temporada, no me cupo duda de que este Siroco no era el mismo Siroco que yo había conocido.
Lloré y reí a la vez.
Salimos del box para celebrarlo y allí nos encontramos con Toto y con Pablo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Best online slots casinos in the US - DRMCD
ResponderEliminarThe Best online 제주도 출장마사지 slots casino in 사천 출장마사지 the US · 1. 안산 출장마사지 Wild Casino: Best overall · 2. Party Casino: Best overall · 3. 서귀포 출장안마 Slots of Vegas: หาเงินออนไลน์ Best for