martes, 21 de mayo de 2019
CAPITULO 206
El circuito era una completa locura festiva, con fuegos artificiales oficiales al lado de la pista y todo alrededor del trazado iluminando la noche y diluyendo el alumbrado que ya de por sí era impresionante.
Pablo llegó a mí y me abrazó. Al apartarse, me guiñó un ojo para despejar cualquier duda; Pedro y él lo habían arreglado juntos.
—Vosotros dos... —le dije sonriendo.
—No te preocupes, Pedro tendrá su oportunidad el año que viene.
—Seguro que sí. ¡Felicidades por el campeonato de constructores, Pablo!
—Gracias, Duendecillo. —Me guiñó un ojo—. Anda, vayamos a saludar al campeón.
—Claro.
Nosotros y todos los mecánicos corrimos hasta el área en la que iban a estacionar los tres del podio.
Martin condujo su monoplaza hasta la posición de primer lugar. A su lado, en menos de un parpadeo, apareció Pedro.
Toto y el ingeniero de Martin aparecieron para ayudarlos a salir de sus coches.
El brasileño salió del interior de su habitáculo a tirones. Sin quitarse el casco o el HANS, se abalanzó sobre Pedro para agarrar su cabeza por el casco y sacudirla. Lo abrazó y luego tiró de él, y acto seguido le sacudió la cabeza otra vez, mientras Pedro, todavía con las protecciones sobre sus hombros, intentaba abrazarlo.
Creo que fuimos unos cuantos los que, frente a esa escena, le dimos rienda suelta a nuestras lágrimas.
Martin se apartó un poco y se arrancó el casco, el HANS y la capucha para tendérselo todo a su ingeniero.
—¡Maldito desgraciado, no sabes cuánto te quiero! —lo oímos todos gritarle a Pedro—. Ven aquí. —El brasileño quitó de encima de Pedro las protecciones. Entre él y Toto lo ayudaron a salir de su coche. Volvieron a abrazarse, a darse palmadas. Martin lloraba y reía—. Eres un maldito desgraciado —le dijo una y otra vez.
Ayudado por Toto, Pedro se quitó el casco y todo lo demás. Lo vi agotado, pero inmensamente feliz. En ese momento, mirándose a los ojos sin nada de por medio, Pedro lo felicitó por el campeonato.
—Eres un jodido tramposo, ¿lo sabías?
—Ya, no te quejes. Tú estás con un pie fuera de la categoría, ya no es asunto tuyo.
—Ni siquiera te vi frenar —le comentó Martin.
—Ésa era la idea, que no me vieses.
—Eres un idiota, Siroco, y ahora todo el mundo lo sabe. Deberías estar celebrando tu sexto campeonato.
—El año que viene, si todo sale bien.
—Y aquí estaré yo para celebrarlo contigo.
—Te tomo la palabra, hermano.
—Eres tan idiota —repitió Martin, riendo y llorando, tomando a Pedro otra vez por la cabeza. Pedro se tambaleó porque estaba parado en una sola pierna.
—Gracias, Martin. Gracias por quedarte a mi lado, por permitirme ser tu hermano.
Martin le contestó con un abrazo con el que se lo llevó por delante.
Los periodistas y fotógrafos estaban dándose un festín a su costa.
—Anda, ve a celebrarlo con tu equipo —le propuso Pedro apartándolo un poco—. Felicidades, campeón.
—Gracias, Pedro.
—Felicidades, Martin —le dijo Toto, tendiéndole una mano.
—Gracias. Felicidades a vosotros por el campeonato de constructores.
—Sí, lo celebraremos esta noche.
Martin les sonrió a ambos y, después de darle un falso coscorrón a Pedro en la cabeza, se alejó para saltar sobre su equipo, que lo esperaba detrás del vallado para felicitarlo.
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