miércoles, 13 de marzo de 2019

CAPITULO 1




—Gracias. —El hombre me devolvió el vaso usado junto con el pago de su bebida nueva y una buena propina.


Se lo agradecí y le di las buenas noches para luego apartarme de la mesa.


Guardé el dinero y suspiré aliviada; por fin la noche terminaba y también mi aventura. Viajar siempre había sido mi gran pasión, al menos una de ellas; después de tantos meses, necesitaba un poco de estabilidad y poder mirar a los míos a los ojos cara a cara y no a través de una cámara, por más que su resolución fuese 4K, así como escuchar sus voces en directo y no por la línea telefónica. Esas cosas ya no me bastaban; necesitaba un buen abrazo de mi
madre, oler su perfume... si hasta echaba de menos a mi padre corrigiéndome o a mis hermanos burlándose de mí.


Comenzaba a hartarme de las impersonales habitaciones de hotel, de los albergues bulliciosos y de quedarme de prestado en casa de extraños. No es que no hubiese disfrutado cada momento; sin embargo... sentía que llevaba demasiado tiempo corriendo sin llegar a ninguna parte y, sobre todo, extrañaba poder trabajar en lo mío. Fue genial tener docenas de trabajos distintos, y a la vez no tener ninguno, pero cada vez era más fuerte en mí la necesidad de volver a mi pasión. Echaba de menos la locura de tener que preparar tartas para «ya», amasar, oler a vainilla, rodearme de batidoras, crema, azúcar y chocolate.


Por el rabillo del ojo vi que Lorena se me acercaba mientras guardaba también el pago de la cuenta de su mesa.


El verano comenzaba a dejar Melbourne y nosotras teníamos planes para hacer eso mismo. Tras seis meses sin parar de aquí para allá, regresaría a casa para intentar hacer planes de futuro.


—Hola, amiga. —Lorena me cogió del brazo—. ¿Cómo va?


—Bien, agotada; ya he acabado con mis mesas. Parece que por fin se van.


Me duelen los pies, quiero sentarme, y no me vendría mal una cerveza. No, mejor dormir, estoy exhausta. Deseo dormir doce horas seguidas y, después, despertar y comenzar a hacer las maletas.


—Recuerda que todavía nos quedan unos días... Hablamos de que esta semana íbamos a descansar, a disfrutar, a dar un último paseo por la ciudad...


—Sí... —Inspiré hondo—. Es que tengo ganas de volver a casa.


Lorena se aclaró la garganta sin soltarme; nos dirigíamos a la barra.


—Bueno, con respecto a esta última semana de descanso... —Me detuvo a mitad de camino, plantándose entre las mesas, que estaban casi todas vacías al final de esa larga noche—. ¿Has visto a los clientes que acabo de atender? — Giró la cabeza hacia atrás, y yo con ella.


—Sí, los he visto; imposible no notar la cantidad de botellas de champagne que han pedido.


—Sí, bueno, han dejado una propina igual de impresionante. ¿A ver si adivinas quiénes son?


—Sabes que yo, con los conocidos y la gente famosa, soy nula; no registro las caras y aún menos los nombres. ¿Son actores de cine? ¿Músicos?


—No, nada de eso: son gente del mundo del automovilismo.


—Ah, sí, claro, por la carrera del fin de semana.


En una semana iba a disputarse allí el primer gran premio de la temporada de carreras de la Fórmula Uno y Melbourne comenzaba a palpitar con el evento, con todo. Para cuando los motores rugiesen en el circuito, yo estaría ya de camino a casa montada en un avión. Admito que siempre me había apetecido ver una de esas competiciones en vivo y en directo; sin embargo,
conseguir una entrada a esas alturas resultaría imposible y, además, ya tenía mi billete de avión.


—Bueno, acaban de ofrecerme trabajo para ambas —continuó diciendo Lorena, devolviéndome a la conversación en ese momento—. Me han explicado que, cuando llegan los equipos, éstos siempre contratan personal de refuerzo; necesitan camareras para atender a los integrantes de los mismos. Vienen con dos cocineros, pero buscan a alguien que los ayude durante gran parte de la semana. Si no lo he entendido mal, es para que estemos allí desde el miércoles hasta el domingo. Me han comentado que les resulta más económico contratar gente de la ciudad que llevarla con ellos de un lado para el otro. Para ellos puede que sea económico —me guiñó un ojo—, y a nosotras nos vendrá genial.


Lorenaa me soltó la cifra que pagaban por ese trabajo de cinco días con ojos encendidos. Ciertamente el dinero nos vendría muy bien, pero...


—¿Trabajar otra vez? —Pese al buen sueldo, la idea no acababa de convencerme. Me había mentalizado de que esa semana no haría más que descansar y pasear.


—Es para el equipo Bravío. ¿Sabes que llevan ganados cinco campeonatos mundiales seguidos? Campeonatos tanto de constructores como de pilotos.


—No tengo ni la menor idea de qué me hablas. —Me puse en marcha—. La verdad es que no sé... la idea no es mala; la paga, menos —la miré ceñuda—, pero tenemos pasajes para el próximo domingo.


—Podemos intentar cambiarlos. Hablaré con Nelson, seguro que podrá arreglarlo.


Conocimos a Nelson tan pronto como llegamos a Australia; trabajaba en una agencia de viajes y gracias a él recorrimos Australia y Nueva Zelanda; además, nos había conseguido los billetes de avión de regreso a casa a un precio irrisorio.


—¿No te parece que ya hemos abusado bastante de su buena voluntad como para que, encima, le pidamos que nos cambie la fecha de los billetes?


—¿No te entusiasma la idea? Estaremos allí, en el circuito con todos los pilotos y, además, nos pagarán por ello. Sería la culminación perfecta de nuestro viaje. Se supone que estará repleto de personalidades, y no solamente del automovilismo, pues habrá actores, cantantes, un poco de todo. Resultará divertido. No creo que el trabajo sea excesivo y es algo que jamás hemos hecho; tú no sueles ser de las que rechazan una primera vez a la ligera.


—La verdad es que es tentador... —Consciente de que se me escapaba una sonrisa de entusiasmo, dejé la frase a medias. Claro que quería, por supuesto que me entusiasmaba la posibilidad de ver la carrera de cerca, de meterme en aquel mundo al menos una vez en la vida, por un par de días al menos.


¿Cuántas oportunidades tendría de participar en un evento de ese tipo, sobre todo considerando que mi plan era regresar a casa e instalarme de una buena vez?


—¡Quieres, quieres, quieres! —canturreó Lorena—. Sabía que dirías que sí —exclamó a la vez que celebraba su triunfo con un baile de victoria un tanto aparatoso—. Cuando se trata de una nueva aventura, nunca necesito insistir demasiado para convencerte. Tu cabeza va directa a ello sin escalas, por eso llegamos aquí.


Me reí. Exactamente así era.


—Lo haremos sólo si Nelson puede cambiarnos con facilidad la fecha de partida; si se le complican las cosas, tendremos que rechazar la oferta.


Lorena hizo una mueca graciosa. Sonrió. 


Conocía ese gesto suyo...


—¡Ya les has contestado que sí!


Mi amiga se tapó la cara con ambas manos.


—Por supuesto —chilló.


Riéndome, la empujé en dirección a la barra.


—Andando. —Le di un empujoncito más—. Si es que te conozco demasiado bien. A ver ahora cómo solucionamos lo de los billetes de avión, porque, si no podemos cambiar las fechas, nos gastaremos todo lo que ganemos en el trabajo del circuito en los nuevos pasajes.


—Bueno, al menos viviremos la experiencia de la Fórmula Uno de primera mano sin necesidad de pagar entrada y veremos a todos los pilotos.
Debe de haber mucho bombón suelto dando vueltas por allí. Hombres... velocidad... será genial. Nos conocemos bien, por eso he dicho que sí; si no quisieras hacerlo, en este instante ya habrías puesto el grito en el cielo... y hasta ahora no has hecho otra cosa que sonreír.


Intenté contener mi sonrisa mordiéndome el labio inferior; de nada sirvió.


—Por una vez me tocaba conseguir una aventura a mí, siempre eres tú la que conoce gente que acaba llevándonos a un nuevo sitio, a nuevas historias. 


Por mi culpa llevábamos seis meses viajando, a pesar de que, en realidad, salimos de casa para regresar al cabo de treinta días. Lorenaa tenía razón en todo.


—Ok, no voy a mentirte: la idea me gusta mucho. ¿Qué tenemos que hacer?


—Me llamarán mañana.


Llegamos a la barra.


—El rubio de barba de allí —apuntó con el mentón en dirección a la mesa que había estado atendiendo— es el contacto del equipo aquí en Melbourne. Le he pasado todos nuestros datos y demás, y tengo su número; llamará para que se lo confirmemos todo. Según me ha dicho, nos verá el miércoles directamente en el circuito.


Como si supiese que hablaban de él, el tipo giró la cabeza y nos miró con una sonrisa en los labios.


—Mi madre pondrá el grito en el cielo cuando le diga que hemos cambiado de nuevo la fecha de llegada.


—Y tus hermanos se pondrán muy celosos de que puedas ver la carrera en directo y de que tengas la oportunidad de charlar con todos. Conoceremos al cinco veces campeón del mundo. Tenemos que pedirle fotos y autógrafos.
Bueno, a él y a todos los pilotos.


Me reí; eso mismo había pensado un segundo atrás. Seguro que atesoraríamos otros buenos recuerdos que añadir a nuestro viaje.


—Así que, durante cinco días, formaremos parte del equipo Bravío. Eso suena de maravilla, tienen un buen nombre.


—Estupendo, muy masculino, como todo en ese mundillo. Estaremos rodeadas de testosterona.


—Sí, será una sobredosis. Así volveré a sentirme como en casa —bromeé.



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