miércoles, 13 de marzo de 2019

CAPITULO 2




Extrañaba tener a mis cuatro hermanos varones conmigo. Ser la menor de todos, y encima la única chica, siempre me había resultado una experiencia increíble, desde que tenía uso de razón hasta el mismo día anterior, cuando hablé con tres de ellos. Mis hermanos eran mis compañeros, mis amigos, mis cómplices, mi gran y fuerte burbuja de testosterona que me hacía sentir inmensamente querida. En ese instante deseé tenerlos allí conmigo; sabía que, de estar los cinco juntos, habríamos disfrutado del fin de semana de rugidos de motores mucho más de lo que lo haría yo sola.


—Puedes agradecérmelo cuando quieras —entonó por lo bajo Lorena, desviando la mirada y poniendo cara de circunstancia.


Solté un grito de emoción, mi cuerpo acababa de reaccionar ante la noticia.


¡A la mierda si tenía que gastar lo ganado por trabajar de camarera para el equipo si podía presenciar el evento! Me abalancé sobre ella y la abracé dando saltitos.


Lorena se puso a dar botes conmigo. Se me pasó el cansancio y la euforia calmó mi necesidad de mi hogar, de los míos. Sin duda, trabajar esos días haría que la espera para volver a casa se hiciese mucho más llevadera.


Cuando se lo contara a mis hermanos... en especial a Tobías.


Volví a gritar de emoción.


Noté las miradas de los presentes sobre nosotras. El lugar estaba casi vacío; era bastante tarde y apenas si sonaba música suave.


Al terminar de saltar como dos tontas, giré la cabeza en dirección al rubio de barba; éste nos sonreía divertido. Mi respuesta para él fue también una sonrisa.


Lorena me pilló observándolo.


—Supongo que acaba de captar que has dicho que sí; él sabía que todavía no te había dicho nada. Te lo repito: trabaja para el equipo y es un amor; afirma que nos lo pasaremos genial, que es un ambiente lleno de gente divertida. Por supuesto que son superprofesionales y eso, pero, además, el entorno es glamuroso y, vamos, que es la primera carrera de la temporada y todos están muy emocionados.


Alcé un pulgar en alto para el rubio de barbita y éste levantó su copa de champagne en mi dirección.


—Kayla, ¿nos pasas dos cervezas? —le pedí a la chica que atendía la barra.


Oficialmente nuestro turno ya había finalizado y nos merecíamos celebrarlo; nuestro trabajo allí también había concluido y teníamos tres días de descanso hasta comenzar a trabajar para el equipo Bravío el miércoles.


—¿Qué celebramos? —nos preguntó Kayla poniendo las dos botellas de cerveza sobre la barra.


—Hemos conseguido trabajo el próximo fin de semana en el equipo Bravío. Veremos el Gran Premio de Australia desde el circuito —le explicó Lorena.


—¡¿Sí?! Suertudas, ¡os odio!, con tanto hombre guapo que hay por allí. A mi novio le encantan las carreras y siempre las mira por televisión. ¿Habéis visto cómo están los pilotos? Supongo que por eso bien merece la pena sacrificar los días de descanso que pensabais tomaros antes de regresar a Argentina. —Se dio la vuelta y trajo consigo otra cerveza, la abrió y la alzó frente a nosotras—. Por los hombres atractivos y por la velocidad, y por vosotras, desgraciadas. —Rio—. ¿Creéis que podríais meterme a mí con vosotras?


Lorena se carcajeó. Chocamos nuestras botellas.


—Por nosotras y por el equipo Bravío, que nos dará la oportunidad de pasar unos días de lujo. Y por los hombres, también —añadí chocando otra vez mi botella contra las de ellas.


Las tres bebimos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario