viernes, 19 de abril de 2019
CAPITULO 102
Era la primera vez que entraba en su casa rodante. Habíamos conversado alguna que otra vez en las escalinatas o junto a la puerta; sin embargo, nunca habíamos estado allí solos y yo jamás me había tomado más de unos pocos segundos en procesar el interior de ese lugar que tan diferente era al de Pedro.
El mobiliario y los revestimientos eran oscuros, negros o casi negros: la madera de la mesa, la del espacio de almacenaje... Lo único claro eran las modernas cortinas de enrollar.
—Ven, pasa al baño, necesitas asearte. —Me arrebató la toalla de Bravío de las manos—. Te buscaré una camiseta limpia.
Martin guio mis pasos hasta la puerta del baño.
Lo miré antes de entrar y él esquivó mis ojos.
—¿Martin?
—¿Qué? —me preguntó todavía evitando mirarme a la cara.
—¿Qué es lo que te molesta?
—No eres tú, eso tenlo claro. Anda, entra; puedes darte una ducha, si quieres. Iré a buscarte ropa limpia, tengo allí unas camisetas nuevas del equipo y creo que también alguna chaqueta.
—Con quitarme los restos de la cara, el cuello y el cabello estaré bien. Me daré una ducha después en el hotel; en este momento lo que necesito es hablar con él.
—Si no está aquí en un par de minutos, iré yo mismo a buscarlo y lo traeré aquí por los pelos.
—Preferiría que viniese por sus propios medios.
—Como sea, tendrá que venir para aclarar esto.
—Martin... —Apostaba mi trabajo a que se contenía de decirme algo y eso me ponía sumamente nerviosa.
—Entra ya. Voy a por ropa.
No me permitió insistir. Entré en el baño y cerré la puerta para mirarme a continuación en el espejo. Tenía la cara manchada de azul, blanco, amarillo y rojo, igual que el cabello y las ropas con el logo de Bravío.
Se me llenaron los ojos de lágrimas otra vez, al ver mi reflejo.
Procurando no ensuciar todo el baño de Martin, me quité el abrigo y la camiseta de Bravío, haciéndolos un ovillo para no soltar por allí trozos de la tarta de cumpleaños, de la crema que había sido Meteoro.
Meteoro...
Bajé la vista y abrí el grifo para lavarme un poco.
Unos minutos después, Martin tocó a la puerta para pasarme prendas limpias.
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