miércoles, 24 de abril de 2019

CAPITULO 119




Algo me hizo cosquillas en los labios; a continuación, en la mejilla derecha, y luego subió hasta mi frente para meterse entre los cortísimos cabellos que tenía por delante. El cosquilleo bajó una vez más por mi frente, para seguir toda la línea de mi nariz, provocándome ganas de estornudar.


Moví la nariz y los labios, sin conseguir apartar las cosquillas de mí.


Percibí su perfume y recordé dónde estaba y, lo más importante, con quién.


—Petitona... Petitona meva, ¿estás muy dormida?


Entonces fue su voz la que me hizo cosquillas, esa vez en los oídos.


El fino chorro de aire que olía a su aliento, a su perfume, se movió por mi boca de un lado al otro y se interrumpió súbitamente. Lo siguiente que percibí fueron sus labios contra los míos, su nariz rozando mi mejilla y todo él contra mi cuerpo.


Inspiré tan hondo como pude y abrí los ojos para captar por completo esa magnífica experiencia.


—Buenos días —me saludó.


—Buenos días —le contesté acurrucándome contra su cuerpo y entre sus brazos, con los que me envolvió. Vi que llevaba puesta una simple camiseta blanca y unos bóxers, que tenía cara de dormido y estaba despeinado, y aun así no pudo ser una visión más maravillosa.


Dudaba de que yo diese la misma impresión; tenía la sensación de llevar durmiendo demasiado tiempo y quizá así fuese, pues el sol entraba a raudales por la ventana, dorado e intenso.


—¿Has pasado buena noche?


—Estupenda. —Estiré mis piernas y espalda sin despegarme de él—. ¿Qué tal tú? ¿Te he dejado dormir bien? No ocupo demasiado colchón —bromeé.


—Toda cama debe parecer enorme si la comparto contigo, jamás consigo sentir que te tengo demasiado cerca. —Me apretó contra él—. Me gusta mucho dormir a tu lado. Es una experiencia que me gustaría repetir.


Reí.


—Genial, porque a mí también.


—Tenía miedo de que te largaras durante la noche.


—¿Qué?, ¿por qué iba a hacer algo así? —Abrí los ojos y moví la cara para que quedase justo frente a la suya.


—Porque esto, a partir de ahora, es la vida normal. Mi vida normal, que no será muy normal para ti.


—No planeo ir a ninguna parte, Pedro.


Una de sus manos acarició mi rostro mientras inspiraba hondo.


—Por la noche me he despertado un par de veces y ha sido agradable comprobar que aún continuabas aquí conmigo. Amanecer y tenerte a mi lado ha sido un alivio.


—Estoy donde quiero estar. Tengo suerte de poder hacerlo.


—Es tu última oportunidad. He pedido el desayuno y ahora nos lo traerán. Empieza el día, pero todavía estás a tiempo de largarte.


Di un pellizco a la parte baja de su espalda. Pedro estaba tan en forma que apenas le sobraba piel de la cual prenderme para pellizcarlo.


Se rio.


—Es en serio, Paula; con el desayuno empieza mi rutina.


—No me iré a menos que me eches, y me gustaría ver cómo lo intentas, campeón.


—Ok. —Me dio un rápido beso y sonrió sobre mis labios—. No sé qué te gusta tomar para desayunar, de modo que he encargado uno completo. Espero que tengas hambre.


—La verdad es que sí.


Pedro le dio una palmadita suave a mi trasero y tocó mis labios con los suyos una vez más.


—Iré a buscarlo, en seguida regreso. —De un salto, se escapó de la cama y de mis brazos para dirigirse a la puerta de la habitación.


Me desperecé una vez más y fui al baño a intentar ponerme un poco presentable.




No hay comentarios:

Publicar un comentario