viernes, 5 de abril de 2019
CAPITULO 56
Al ver que la cara de Pedro se volvía de piedra y no precisamente como de mármol, como una bonita escultura de mármol, me dieron ganas de coserme los labios.
—Perdón. Discúlpame. No he querido...
—Nada, si todos sabemos que este chico no es el mejor relacionándose con los demás. Nacido y criado para competir. —Martin le propinó una palmada en el hombro. Aun así, la mala cara no se le borró.
—Sabes que no me gusta que digas eso, Martin.
—Sí, lo siento, perdona; creo que he bebido demasiado. Es que me angustia dejarte aquí solo.
—No me dejas solo, Martin; no digas esas estupideces. Si quieres quedarte en la categoría por ti, te quedas, pero, por mí, no te preocupes. Me sentiré feliz de que te vayas a disfrutar de la vida. Claro que te extrañaré, pero eso de que me abandonas no es serio.
—Sí lo es; por eso quiero que Paula y tú seáis amigos. Ella te cuidará por mí.
—Martin, yo ni siquiera sé si estaré aquí el año próximo. Mi contrato termina al final de la temporada.
—¿Por qué? —me increpó Pedro.
—Bueno, porque así es. En realidad, quedarme en la categoría no estaba en mis planes. No digo que no me guste, me encanta. Es que, no sé... quería hacer otras cosas, ya veré. —Como sentí que los ojos azul celeste de Pedro me perforaban el cráneo, aparté la mirada y bebí. Tendrían que llevarme con una grúa a mi hotel, porque, cuando quisiese ponerme de pie, si seguía bebiendo de esa manera...
—¿Qué otras cosas?
¿No podía dejar el tema ya?
Con su voz, todo el lado de mi cuerpo que daba a él se estremeció; se me puso la piel de gallina.
—Bueno, no sé; no estoy segura.
—Paula quiere montar su propia pastelería. Uno de sus hermanos es chef, vive en Londres y le propuso ir a trabajar con él.
Le lancé una mirada asesina a Martin; no hacía falta que le contase todo eso sobre mí al campeón.
Pedro giró su cuerpo sobre la silla, enfrentándome.
—¿No sabía que tuvieses hermanos?
—Sí, tengo cuatro.
—Tampoco sabía que quisieses abrir una pastelería.
—Bueno, en realidad no sabes nada sobre mí.
—La verdad es que tienes razón; no sé nada sobre ti fuera de la categoría.
—Eso se puede solucionar. Uno de estos días salís a beber unas cervezas y os contáis vuestras vidas.
—Martin...
—¿Qué?, ¿no quieres que sepa cosas sobre tu vida? Martin me comentó que llegaste a la categoría por casualidad, viajabas de mochilera.
Volví a mirar mal al brasileño. De pronto me había entrado mucho calor.
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