miércoles, 10 de abril de 2019

CAPITULO 72




Apresuré el paso de regreso a mi habitación.


No tardé ni cinco minutos en caer rendida y, cuando sonó mi despertador, fue como si hubiese dormido esa misma cantidad de tiempo.


Pedro tuvo unas pruebas libres excelentes, en las que dio una clase magistral de conducción, dejándolos a todos boquiabiertos, incluidos sus mecánicos e ingenieros.


En el monitor, cuando Pedro marcó su último tiempo de vuelta, vi a Martin sonreír de oreja a oreja al ver a su amigo destrozar el récord de vuelta del circuito. Pedro, literalmente, volaba sobre el asfalto, haciendo honor a su apodo... Siroco, deslizándose como un viento por el circuito.


Todo el equipo chillo de felicidad cuando Pedro se quedó con la pole position un par de horas más tarde. Suri y yo aplaudimos y nos alegramos al verlo tan bien.


El ánimo del equipo cambió, y el de Pedro, de manera considerable; ante las cámaras, ante los micrófonos de los periodistas, no hacía otra cosa que sonreír hasta por los poros y todo en mí fue alivio. Solamente intenté no hacerle demasiado caso a mi miedo de que aquello se viniese abajo si las cosas al día siguiente no resultaban igual de perfectas; es que Martin, después de mucho batallar, se había quedado con el tercer lugar en la parrilla de partida.


Aparqué aquellos malos pensamientos a un lado.


El sábado no pude volver a ver a Pedro; él se lo pasó de entrevista en entrevista y, tal como había dicho la noche anterior, tenía una agenda apretadísima, de la cual el publicista del equipo no le permitió escaparse ni por un segundo.


Al menos, por la noche, cuando regresamos en el microbús con el resto del equipo, no lo vi en su terraza.


Me dormí tranquila, imaginando que él debía de estar más tranquilo también.




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