miércoles, 10 de abril de 2019
CAPITULO 73
—Por si no te has percatado, me estás poniendo de los nervios. ¿Podrías parar?
Detuve el repiqueteo de mis pies en el suelo al instante, ante la petición de Suri; había estado haciendo aquello casi sin darme cuenta. Estaba tan ansiosa que tenía todo el cuerpo agarrotado, poco menos que solidificado en la postura que me mantenía, con la cabeza erguida de cara al monitor en el que veíamos la carrera. Sentía los hombros increíblemente tensos y, antes de empezar a golpear los pies en el suelo, había tenido las piernas enroscadas alrededor de las patas delanteras de la banqueta. Las había soltado unos minutos atrás, porque, de tanto hacer presión por culpa de ese estado en el que me hallaba, me dolían las rodillas.
Al día siguiente me dolería todo, si es que llegaba a él y no me daba algo antes de que terminase la carrera.
Pedro iba primero por una considerable diferencia. Haruki y Martin batallaban por el segundo puesto.
Sí, en realidad no tenía demasiados motivos para tener las tripas así de revueltas, y que me sudasen las palmas de las manos en ese modo era completamente injustificable. Menos razón de ser tenía el miedo que me impedía respirar profundamente. Lo mío, más que respiración, en ese instante eran jadeos cortos. Mi cerebro debía de estar funcionando peor de lo normal por la falta de oxígeno y por la poca circulación de sangre.
Pedro... no podía parar de pensar en él y en lo mucho que quería que ganase la carrera.
Bueno, también esperaba que a Martin le fuese bien y a Haruki igual. De ser por mí, los quería a los tres en lo más alto del podio; sin embargo, en algún punto, una parte de mí estaba loca de ansiedad por que Pedro ganase. Jamás lo admitiría en voz alta, pero así era; deseaba al campeón coronado una vez más, a Siroco derramando champagne sobre sus mecánicos.
—¿Qué tienes? ¿Por qué estás tan histérica?
—Por la puta carrera —murmuré entre dientes mientras me arrancaba pellejitos del lado de la uña de mi pulgar de la mano derecha; el del izquierdo ya lo tenía en sangre, empeorando así el aspecto poco femenino de mis manos, ya de por sí arruinadas por el trabajo en la cocina.
La mirada de Suri, dura, daba sobre mi lado mientras sonreía.
—Todo saldrá bien, quedan solamente cinco vueltas.
—Lo sé.
Nos quedamos en silencio mientras Pedro volaba a toda velocidad por el circuito igual que si estuviese solo. No corría contra nadie más que contra sí mismo; no me pareció que eso fuese ninguna novedad, Pedro competía contra sí mismo siempre, tanto dentro como fuera del circuito, entrenándose y dedicándose por entero a su pasión.
—A Martin también está yéndole muy bien, considerando todos los problemas que ha tenido este fin de semana con el coche.
—Sí, lo sé. Le está plantando cara a Haruki.
—Lo resiste bien.
—Sí —contesté con un hilo de voz, concentrándome en la pantalla. La transmisión mostraba la cámara a bordo del monoplaza de Pedro. Tener la oportunidad de ver más o menos lo mismo que él veía resultaba una experiencia única. Mis ojos mirando más o menos lo mismo que los suyos.
Sonreí de los nervios que me provocaron la velocidad y todo lo que me pasaba con él. Nuestra última conversación... Cómo me hubiese gustado poder estar en el box para verlo llegar tal como me había pedido. La sonrisa se diluyó un poco en mis labios; allí tenía gente de sobra esperándolo para celebrar su victoria, incluida Mónica.
El beso a su novia...
—Y ahora, ¿qué?
La pregunta de Suri me desconcertó.
—Te ha cambiado la cara. ¿Estás preocupada por algo más? ¿Es porque hoy ha venido el jefe? Entiendo que ha aparecido por aquí más de una vez; sin embargo, no creo que debamos angustiarnos; está encantado, todos están encantados con lo que preparas. Fue muy acertado buscar las recetas de esos dulces típicos rusos. No creo que Pablo haya venido a poner orden ni a ver cómo trabajamos, solamente lo ha hecho para comer alguna de tus pastas. Antes jamás pasaba tan a menudo por el área de comedor y la cocina; ese hombre está siempre demasiado ocupado manteniendo a todo el equipo trabajando y dando el ciento por ciento de sus capacidades. Te lo digo, se dedica tanto a su trabajo como Pedro. Los dos son obsesivos con lo suyo, por eso...
—Por eso, ¿qué?
—El jefe se divorció no hace mucho tiempo.
—Ah —entoné como si en mi vida hubiese hablado con Pablo de su vida privada.
—¿No lo sabías?
No pude contener el rubor que me subía por las mejillas.
—Eh... sí; en realidad, sí.
—Ya me lo imaginaba, aquí son todos muy chismosos. En todo caso, te lo repito: no tienes de qué preocuparte, él está muy contento con tu trabajo. Todo el mundo le tiene miedo, pero no creo que tú debas tenérselo; te ha mirado con cariño cuando has sacado la bandeja con los macaroons. Supongo que, como ya habías preparado todas las otras cosas, no se imaginaba que fuésemos a servirlos también. Ha puesto cara de felicidad absoluta al ver tus creaciones.
Los macaroons los había hecho especialmente para Pablo, porque habíamos estado conversando y me había comentado que le apetecían mucho; por eso hice pocos y los saqué cuando lo vi llegar. Preferí, por el momento, no contarle eso a Suri.
—No te angusties. Además, hoy tendremos celebración. —Apuntó la pantalla con la cabeza. Vi que quedaban nada más que dos vueltas para terminar.
—Sí, claro.
—No sufras, cuando lleguemos al Gran Premio de Cataluña, todo será más relajado. Pedro estirará la diferencia de nuevo con esta victoria y eso es bueno, porque España es la casa de Bravío. Llegar allí en buena forma le levantará el ánimo al equipo.
Sonreí permitiendo que Suri pensara lo que quisiera de la situación.
A punto de que Pedro iniciara su última vuelta, a mí me dieron ganas de correr al box para saltarle al cuello, más precisamente a los labios, en cuanto saliese del habitáculo de su coche.
Tan dulce sería poder abrazarlo, felicitarlo sin miedo a que se me escapase todo lo que llevaba dentro al hablarle. Abrazarlo... Cerré los ojos e imaginé la situación: su aroma, el calor de su cuerpo después del desgaste físico que implicaba la carrera. ¡Qué ganas de que aceptase apoyarse en mí para contener su cansancio!
La cámara enfocó al padre de Pedro, a David, su representante, a su preparador y a Mónica. Ellos estarían allí para él.
Los mecánicos corrieron del box hacia la pared que daba a la pista, donde también estaban Toto, Pablo y el resto en el pit wall. Sonreían. Las caras no eran las mismas que las de la jornada anterior.
Pedro dio un espectáculo de velocidad en su última vuelta y finalmente cruzó la línea de meta. La bandera a cuadros le dio la bienvenida. Lo vi alzar ambos puños, soltando el volante durante unos segundos. Celebró con el puño en alto su triunfo y se aproximó a las tribunas para saludar.
Así, satisfecho y saludando, dio otra vuelta al circuito. Haruki se le acercó y lo felicitó con un gesto de mano. El saludo de Martin fue más efusivo, pues le dedicó a su chico dos pulgares en alto. Esos últimos fueron un par de segundos en total armonía.
Mi corazón palpitó con fuerza al verlo recorrer el resto del trazado. Por desgracia, no tuve la oportunidad de oír cómo lo festejaba a través de la radio, tal como sí había hecho con Martin después de su victoria en China. Lo imaginé bromeando con Otto.
Pedro entró por la calle de boxes seguido de los otros automóviles.
—Ahí lo tienes, de regreso al ruedo. Otra vez de camino al campeonato — me dijo Suri cuando Pedro entró en el área reservada para los tres primeros, justo debajo del podio.
—Ya seguíamos de camino al campeonato, Suri; el tropiezo fue sólo un segundo puesto en una carrera.
—Ganar es otra cosa. Un par de días sin presión y luego tendremos que ponernos a pensar en Cataluña y en su pastel de cumpleaños. Bueno, eso último te lo dejo a ti, que eres la especialista.
—¡¿Qué dices?! —salté de la banqueta tras él.
Suri se dirigía hacia una de las neveras.
—La tarta de cumpleaños de Pedro, Duendecillo... Por más que el cumple de Pedro sea después de la carrera, le organizaremos una fiesta. Al menos una pequeña; será un detalle y el equipo se sentirá feliz de poder comer pastel.
—Sí, el equipo sí, porque lo que es Pedro... —repliqué mientras lo veía abrir una lata de agua tónica.
Suri se quedó quieto, con la lata a medio abrir y la vista clavada en la pantalla.
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