miércoles, 20 de marzo de 2019

CAPITULO 25




—Bueno, ahora sí que ha llegado el momento de la verdad. —Lore se plantó delante de uno de los monitores que estaba instalado en el área de comedor, la cual había quedado desierta porque todo el mundo se había largado a los boxes a ver la clasificación desde allí; otros, más elegantes y quizá un poco menos interesados en la competición en sí, y más en el espectáculo y los flashes, lo harían desde el paddock.


Llegué a ellos. Suri se secaba las manos en su delantal, junto a Lorena y dos de los camareros; todos alzaban la vista para ver el semáforo de la calle de boxes ponerse en verde. La sesión de clasificación quedaba así abierta.


—Por ahí he oído que dicen que Martin da Silva tiene un as bajo la manga —comentó mi amiga, espiándome por el rabillo del ojo.


Martin había hecho una muy buena práctica esa mañana temprano, y ella no era la única que había oído aquello de que Martin tenía como meta colarse entre los dos automóviles de Bravío en la salida.


Después de la prueba, oí a dos de los mecánicos de nuestro equipo conversar mientras llevaba una bandeja con comida a la mesa del bufet; uno le decía al otro que temía que Martin relegase a Haruki al tercer lugar; dudaban de que pudiese hacer mucho contra Pedro, puesto que éste, ese mismo día, había pulverizado sus tiempos de las pruebas del día anterior; por el contrario, Haruki no había rodado demasiado bien, no encontraban el ajuste perfecto para no sé qué cosa de la suspensión.


—Parece que Da Silva quiere despedirse de la categoría por la puerta grande —comentó uno de los camareros—. Este año el equipo Asa ha aparecido con muchas novedades; comentan que, durante el invierno, han realizado muy buenas pruebas y eso se ve en la pista.


En ese momento exacto, Martin salió de la calle de boxes a la pista para su primera vuelta al circuito.


Los pilotos comenzaron a marcar tiempos. En las pantallas se vio a Pedro sentado dentro de su automóvil con un monitor delante, la mirada fija en éste.


En escena apareció Otto, tendiéndole una hoja.


La atención de las cámaras volvió a lo que sucedía sobre el asfalto.


Martin aceleró para comenzar su primera vuelta. El brasileño devoró las primeras dos curvas y la imagen en la pantalla se dividió en dos. Una mitad seguía el recorrido de Martin, quien al pasar por el primer marcador de tiempo bajó en unas cuantas fracciones de segundos su mejor tiempo de esa mañana. La otra mitad de la pantalla mostraba los ojos azul celeste de Pedromedio perdidos en el interior del casco, muy serio, sin parpadear y con las pupilas fijas en el monitor. Así como el resto de nosotros, debía de estar siguiendo de cerca la vuelta del carioca.


Tres pilotos marcaron sus vueltas unos segundos después; ninguno logró hacer demasiado.


Haruki salió a pista.


—A ver qué hace —murmuró Suri refiriéndose al piloto de nuestro equipo.


Me puse nerviosa. Mi cabeza no conseguía decidirse en quién quería que marcase mejor tiempo, si Haruki o Martin. Los dos me caían bien. Haruki era de mi equipo y Martin estaba en su temporada de despedida de la categoría reina.


—Por favor, ¡qué nervios! —soltó Lorena—. No pensé que vivir esto desde dentro fuese a ponerme así. ¿Cuántas tandas clasificatorias son? —le preguntó a Suri.


—Tres; van eliminándose para llegar a la tanda final y allí se decide la pole.


Ella no era la única en padecer la ansiedad del momento.


Martin continuó devorando milésimas de segundo y Haruki pasó por el primer marcador algo más demorado que el brasileño. Evidentemente todavía no encontraba la puesta a punto adecuada; de cualquier modo, estaba por delante del resto de los corredores.


Martin pasó por la meta marcando una vuelta estupenda.


La transmisión regresó al campeón. Uno de los mecánicos quitó el monitor de encima del morro del monoplaza de Pedro. Otto le hizo una seña con el pulgar en alto. Las manos de Pedro se acomodaron alrededor del volante, estirando los dedos una y otra vez.


La de Haruki no fue tan buena vuelta.


Quitaron los cobertores que recubrían los neumáticos de Pedro.


—Allá va —anunció Suri, extasiado—. Uno jamás se acostumbra a esto, no hay vez que no me ponga nervioso. Debería dejar de verlo y regresar a la cocina.


Le sonreí.


—Creo que en tu lugar me sucedería lo mismo. Si hasta creo que tengo taquicardia. —La apreciación de mi estado se me escapó. Sentí miedo, emoción, entusiasmo, todo junto. No sabía muy bien por qué, pero estaba preocupada por Pedro. ¿Le iría bien?, ¿qué pasaría si no era capaz de alcanzar los tiempos de Martin?


—Te lo digo, Duendecillo, éste es tu lugar en el mundo, aquí con nosotros.


Lo miré y entonces todas las tribunas estallaron; fue un rugir de la multitud y de su motor. Pedro salió a la calle de boxes provocando una estampida de mecánicos que recibían a los pilotos que regresaban a boxes para hacer retoques antes de seguir con la clasificación. La gente se puso de pie y todos en el pit wall, tanto los integrantes del grupo Bravío que controlaban los tiempos en las pantallas como los de los equipos restantes, se volvieron sobre sus banquetas para verlo pasar. 


El cinco veces campeón del mundo era una visión de la que muy pocos o casi ninguno podía escapar; incluso a mí, a quien él como persona no me caía nada bien, me resultaba imposible no desear seguirlo sin parpadear para captar cada segundo de su destreza al volante.


De los nervios, me estrujé los dedos.


Martin regresó al box; sus mecánicos lo acarrearon marcha atrás para calzarlo en su espacio mientras Pedro daba su vuelta de calentamiento.


—Ahí va —exclamó Suri.


Todas las cámaras, todos los ojos, la tensión de muchísimos espectadores, estaban puestos en Pedro, quien supo liberarse del tráfico para así tener camino libre para marcar tiempo.


Al primer tiempo de Martin, Pedro le arañó apenas unas pocas milésimas de segundo, pero con eso bastó para que Suri soltase un grito de alegría, con el puño en alto.


Pedro marcó un récord de velocidad y el siguiente tiempo de marcación estuvo muy por debajo del de Martin, ganándose una fantástica diferencia a su favor. Cada vez quedaba más claro entre quiénes era la competición allí.


Ante los gritos y vítores de todos los presentes, Pedro se agenció una vuelta estupenda y regresó a los boxes. Ya después de eso, quedó todavía más claro que la batalla por la pole era entre él y el brasileño, y nada pudieron hacer para evitarlo los demás en la segunda tanda clasificatoria.


A la tercera llegaron Pedro, Martin, Haruki y un piloto del equipo rojo, en ese orden, con los mejores tiempos. Por detrás de ellos, el equipo del holandés que hasta el año pasado ocupaba el lugar que ahora era de Haruki.






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