miércoles, 20 de marzo de 2019

CAPITULO 26




Pese a la ansiedad de todos nosotros, la de todo el equipo y probablemente la de todos los presentes, Pedro se quedó con la pole position.


Éste regresó a boxes y detuvo su vehículo delante de la entrada de pesajes; el equipo lo esperaba allí.


Sacó el volante, Otto lo ayudó a quitarse los protectores sobre los hombros y entonces el campeón salió del monoplaza para dar un salto con ambos puños en alto.


Martin, que ya se había bajado de su automóvil, se acercó; él ya iba sin casco. Intercambiaron un apretón de manos y un breve abrazo. Haruki, que se quedó con el tercer lugar de parrilla de salida, justo después de Martin, se unió a ellos para felicitarlos también. El saludo con Pedro fue más bien frío.


Haruki no se demoró demasiado allí y siguió a la persona de la organización de la carrera hacia el interior del edificio.


Pedro se quitó el casco y la capucha ignífuga y, de un tirón, se sacó los auriculares que llevaba en las orejas. Con una sonrisa de oreja a oreja, rojo y transpirado, volvió a festejar su primera pole position del año.


Se aproximó a la valla que lo separaba del equipo. Intercambió apretones de manos con un par de integrantes de Bravío y entonces la vi a ella, con el micrófono en una mano y un cámara detrás. El micro tenía el logo de un canal de televisión italiano.


La tal Mónica estaba allí y él fue directo hacia ella. Por la transmisión se vio que ella debía de estar preguntándole algo, quizá comentándole alguna cosa sobre lo sucedido durante la clasificación; en vez de contestarle, Pedro fue directo a su boca con la suya. Le dio un pedazo de beso que desató terrible griterío entre todos los que estaban cerca. Pedro la tomó con pasión con una mano por la nuca y continuó besándola, como si hubiese ganado el sexto campeonato mundial, al cual quería echar mano ese año.


—A eso le llamo yo un beso —soltó Lore.


—Este año Pedro no podrá escaparse de Mónica.


—¿Escaparse?


Suri comenzó su respuesta con una sonrisa.


—Del altar. Llevan seis años juntos.


—Eso es mucho tiempo —comentó Lorena.


—Lo es, por eso digo. Además, se conocen desde hace mucho, casi desde los inicios de Pedro, cuando la categoría puso un ojo en él. Creo que la primera vez que se vieron Pedro tenía quince y Mónica, veintidós. Él corría en una categoría italiana y ella daba sus primeros pasos como periodista, cubriendo las transmisiones de televisión de esa categoría. Mónica saltó a este circo primero, no recuerdo si fue un año o dos antes de que todo el mundo aquí supiese quién era Pedro. Nada, el caso es que esos dos están hechos el uno para el otro. Además, son muy parecidos; los dos muy dedicados a su trabajo, profesionales hasta la médula.


El susodicho dejó de besar a su novia italiana siete años mayor que él y entonces sí se dedicó a responder sus preguntas.


—Hacen buena pareja. —Agustina le dio forma romanticona a la mueca en su rostro.


—Pues a mí no me molestaría tener una novia así —canturreó uno de los chicos—. Es sexi.


—Suerte de campeones —murmuró el otro.


—Si se casan este año, podrías ofrecerte a hacerles la tarta de boda.


Suri no podía tener ni idea, pues ni siquiera yo tenía idea de que aquello me molestaría tanto; sus palabras me arrollaron como un automóvil de carreras a más de trescientos kilómetros por hora.


Horas más tarde, Helena apareció por la cocina para avisarme de que ya había acordado con Martin, Haruki y Kevin ir a tomar unas cervezas el domingo una vez terminada toda la actividad oficial del fin de semana; ella conocía un lugar estupendo.


—No te preocupes, Martin me dijo que, si lo necesitabas, él te pasaría a buscar con su moto, pero que vienes, vienes. No te permitiremos escapar. Te haremos una despedida como te mereces.


Después de verla a ella, ya no pude cruzarme con nadie más ni del equipo ni de fuera del equipo. Suri y yo trabajamos de manera enfermiza para prepararlo todo para el último día de competición, mi último día con Bravío




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