sábado, 23 de marzo de 2019

CAPITULO 37




Agradecí que esa estancia no fuese un lugar montado dentro de un contenedor ni nada minúsculo, sino una cocina normal, con instalaciones verdaderas y espacios adecuados.


Regresamos al trabajo, mientras yo procuraba no pensar en Pedro, lo que no me funcionaba del todo bien.


Suri espió en mi dirección por encima de su hombro.


—¿Qué?


—Nada —contestó, volviendo la vista al frente.


—¿Pedro comerá paella o le prepararás otra cosa?


—Pidió pescado, pero a veces prueba un poco.


—Sigue una dieta muy estricta.


—Sí.


—Pobre de su novia, cuando se casen.


Suri sonrió sin despegar los labios.


—Comentario tonto el mío. Dudo de que ella cocine. ¿La conoces bien?


—No demasiado. Cuando está en el circuito, trabaja en la cobertura del evento. A lo sumo habremos hablado dos o tres veces nada más.


—¿Estará por aquí hoy?


—No lo creo, debe de estar en Italia.


—¿No vive con Pedro?


Suri se encogió de hombros.


—¿A qué viene tanta preguntita?


—Nada, es curiosidad, nada más.


—Sí, claro... Ahora que estamos tranquilos... ¿Por qué no me lo contaste?


—Contarte, ¿qué? —Sentí que empezaba a ponerme roja como un tomate maduro, porque intuía hacia dónde se dirigía esa conversación.


—Que el campeón te ayudó a llevar el carro hasta la salida, la noche que nos fuimos de Baréin.


—Bueno, yo... No pensé que...


—¿Que se enteraría todo el equipo?


Reí nerviosa.


—¿Te presentaron al director de Bravío?


—¡¿Todo el mundo lo sabe?!


—Sí, así son los muchachos. Se ha enterado todo quisqui, parece que al jefe le caes muy bien.


—¡¿Cómo demonios sabes eso?!


Pedro ya ha llegado —comenzó a decir—, y por lo visto se lo comentó a alguien y lo oí por ahí cuando fui a buscar los mariscos a la entrada.


—¡¿Por qué no me has dicho que lo sabías?!


—Porque esperaba a ver si me lo contabas o no. ¿A qué ha venido eso?


—¿A qué de todo te refieres? Esa noche hubo un par de minutos muy raros y esto, aquí ahora —nos señalé por turnos—, también lo es. No creí que lo fuera comentando por ahí. Y que te lo hayas guardado así...


—Así, ¿cómo? No me he guardado nada. La que oculta información aquí eres tú. Después de tu caminata en la oscuridad con él y Otto...


—No estábamos en la oscuridad y sí, estaba Otto. Además, Pedro me odia.


Ni siquiera toca mi comida, ni la mira. No sé qué tienes en mente, pero...


—No tengo nada en mente, Duendecillo, es que por ahí oí decir que él también te llamó así.


—No debí contarte lo de la caminata por el circuito. —Sentí que me ponía aún más roja. Aparté la mirada y mi rostro de su radio de visión para regresar al trabajo—. Esta conversación no tiene sentido.


—¿Quieres preparar su almuerzo?


—¡¿Qué?, ¿el almuerzo de Pedro?! No, claro que no, prefiero poder viajar a China con el equipo.


Suri se rio de mí.


—Hoy prepararás su almuerzo y ya verás cómo le gusta.


—No lo haré —me planté firme.


—Sí, y es una orden. Si tienes algún problema con eso, ve a hablar con Merian, que es fan de tu tarta de chocolate.


—Me cago en todo —solté viéndome rodeada por todos los flancos—. ¿Esto es un equipo de Fórmula Uno o un grupo de viejas vecinas de barrio que se juntan a cotillear?


—Hay poco tema de conversación fuera de lo que son las carreras y eso.


—Entonces, ¿esparcís chismes sobre mí?


—Cualquier queja, ve a comentársela a Siroco. —Me apuntó con su cuchillo—. Y sí, prepararás su almuerzo.


—Se enfermará, no podrá hacer las prácticas y me echarán, y será culpa tuya por obligarme.


Suri me sonrió y a mí me dieron ganas de matarlo.




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