domingo, 21 de abril de 2019

CAPITULO 109





La puerta del ascensor se abrió para descubrir la pequeña antesala al hall del hotel, con sus fantásticas luces nocturnas, y para dejarme ver a un hombre uniformado, de pie, con cara de aburrido o quizá de fastidio.


Para mí era una noche de celebración, de renovadas energías, a pesar de ser domingo, pero por lo visto, para él esa velada no auguraba las mismas emocionantes expectativas. Supuse que él no tenía al objeto de su amor fuera, esperándolo en un coche, dispuesto a ir a festejar su victoria. Bueno, en realidad celebraría varias victorias; no sólo la que se había ganado por pasar la meta en primer lugar, sino también la de poder gozar, al fin, del permiso y el tiempo necesarios para estar junto a la persona amada; ésa era una gran victoria.


—¿Señorita Paula Chaves?


—Sí, soy yo.


—La esperan en la puerta.


—Perfecto, gracias. —Le sonreí apretando mi pequeño bolso contra la cadera.


—La acompañaré hasta allí.


—No es preciso.


—Bueno, en realidad sí, por eso estoy aquí. El señor Alfonso me pidió que lescoltase hasta él; forma parte de mi trabajo.


—No creo que vaya a perderme.


—Sólo la acompañaré.


Echamos a andar.


—Y si necesita algo —comenzó a añadir mientras metía una mano dentro de la chaqueta negra de su uniforme— no dude en llamarme. —Me tendió una tarjeta.


Era el conserje del hotel, o al menos eso decía en la cartulina que me tendió, en español, catalán e inglés—. Será un placer volver a recibirla cuando guste.


Lo observé dubitativa. Si todavía no me iba... ¿a qué venía todo eso y por qué tantas atenciones de repente, si hasta ese momento sólo había recibido el rato destinado a una cliente más? ¿Tan rápido corrían los rumores o es que había visto la carrera, concretamente el final de la misma?


No iba a ponerme a discutir con ese hombre, no tenía sentido, de modo que le permití acompañarme hasta la puerta, la cual abrió para mí, adelantándose al chico que estaba allí para hacerlo.


De acuerdo, todo eso era extraño... sobre todo para una chica acostumbrada a la convivencia con cuatro hermanos varones que, para pasar por la puerta, te empujaban, y con exnovios que quizá no fuesen demasiado detallistas. Bueno,
yo jamás había sido muy detallista tampoco y...


Lo vi y me detuve en seco; con que a eso se debían tantas atenciones...


Por costumbre siempre procuré ser mi propio héroe y jamás fui de las que sienten apego por las historias de princesas, por no decir que jamás me gustaron, que me aburrían; sin embargo, ver a Pedro allí de pie, medio recostado contra el lateral de un automóvil descapotable de esos de colección que tenía toda la apariencia de ser de los años sesenta —un clásico—, me derritió.


Allí estaba, junto al vehículo, debajo de las luces de la entrada del hotel, de la luz de la luna y las estrellas y de la brisa suave y templada de la noche.


Pedro alzó la cabeza hacia mí mientras despegaba su cuerpo de lo que me di cuenta que era un Jaguar, a la vez que sostenía un ramo de rosas amarillas que  tenían el borde de los pétalos de color rosa.


Me sonrió y me dio un ataque de romanticismo asqueroso, capaz de provocarle arcadas a mi yo normal. ¡¿Cómo no morir de amor?! Poco sutil y
femenino, pero lo cierto es que por poco me caigo de culo.


No podía estar más guapo y atractivo, ni lucir más perfecto, junto al vehículo y así vestido, de un modo tan clásico y masculino que parecía sacado de una película de la misma época que el coche.


—Que tenga una buena noche —me dijo el conserje, rompiendo el encanto.


Balbucí un «gracias» y eché a andar en dirección a Pedro; él me ayudó a acortar el camino avanzando hacia mí. Cuando la distancia entre nosotros se acortó lo suficiente, me tendió las flores, cuyo perfume suave y sedoso llegó a mí entremezclado con el aroma del cuerpo del campeón que no conseguía — por suerte— ocultar del todo el perfume que él usaba.


—Buenas noches —me dijo con esa voz suave que raramente se le escuchaba. Lo mejor de todo fue comprobar que su mirada tenía el mismotono.


—Buenas noches —contesté recogiendo las rosas de su mano. Pedro terminó de anular la distancia entre nosotros, aproximando su rostro sonriente al mío. Sus labios tocaron los míos todavía en una sonrisa y la tentación de la piel mató de una puñalada cualquier deje de recato que quedase en nosotros e hirió, quizá no de muerte, pero sí para dejarla al menos fuera de combate por un rato, la dulzura.


Su boca buscó la mía y la mía correspondió. Si es que sentía que nada en mí daba abasto para besarlo del modo que necesitaba hacerlo, porque tenía ganas de quedármelo para siempre, de que juntos fuésemos la mejor pareja de superhéroes, imposibles de derrotar.


El mundo empezó a tornarse borroso y mi piel amenazó con diluirse en sus propios límites, quizá como si yo fuese una duna del desierto, una duna que se deja llevar por el viento que sopla, para cambiar, para ser transportada a otro lugar, para rehacerse con otro horizonte, con un nuevo futuro.


Por el bien de las rosas, las había apartado de en medio cuando el beso pasó de la dulzura de la vainilla a la pasión del chocolate, y en ese instante me molestaban mucho porque ocupaban mi mano y, tocarlo con una sola mano, no me bastaba, así que me dieron ganas de dejarlas caer al suelo. Tan irreal
todavía me parecía tener mi cuerpo pegado al suyo sin necesidad de esconderme... Tener el derecho a esto me resultaba ilusorio.


Respiré más que aire; no sé qué fue lo que entró en mis pulmones, pero sí sentí que hizo que mis rodillas se aflojasen y que la cabeza me diese vueltas, por lo que tuve que apartar mi boca de él para coger aire.



2 comentarios:

  1. Excelentes los 6 caps, los 3 de ayer y los de hoy. Cada vez más linda esta novela. Me fascina.

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  2. Me encanta esta nove! Gracias por compartirla!

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