jueves, 2 de mayo de 2019

CAPITULO 146




Entré en el baño y lo encontré arreglándose el cuello de la camisa frente al espejo. Tiraba de un extremo y a continuación del otro, la acomodaba por detrás y volvía a tironear.


Abriendo la máscara de pestañas, me situé a su lado. Pedro volvió a tirar del lado derecho del cuello de la camisa, que en realidad estaba perfectamente colocado sobre el ángulo de sus hombros; casi todas sus camisas estaban hechas a medida, por lo que encajaban perfectamente sobre cada curva de su cuerpo.


—Déjalo ya, que estás bien —le dije comenzándome a aplicar el maquillaje.


Pedro soltó un suspiro.


—¿Crees que debería cambiármela por la...?


No le permití terminar la frase, ya se había cambiado de camisa tres veces.


—Cálmate, estás estupendo. Es un almuerzo informal y se trata de mi hermano y su familia, no de la reina de Inglaterra.


—Si fuese la reina sabría qué esperar, pero es tu hermano. —Me miró a través del espejo por un segundo y volvió la atención a su propio reflejo; el sol que entraba a raudales por la ventana provocaba que su cabello rubio brillase como el oro y que sus ojos azul celeste se viesen más claros, pero no era el culpable de que de su piel se viese así de pálida; quizá fuesen los nervios o que no se sentía del todo bien, o que, por culpa de su desasosiego debido al inminente encuentro, no se encontrase en óptimas condiciones. Su diabetes se descontrolaba un poco ante ciertos momentos de ansiedad—. No tengo ni idea de con qué me encontraré —continuó diciendo—. ¿Y si no le caigo bien? Eres su hermana pequeña, y me has repetido hasta el cansancio que vosotros dos estáis muy unidos, que él para ti es... —Me miró otra vez y, a continuación, noté que sus ojos se movían hasta el anillo en mi dedo.


Dejé de pintarme las pestañas.


—Escucha, tienes que tranquilizarte, de verdad. Tobías no te comerá. Él sabe que te amo y que ni él ni nadie pueden hacer nada contra eso.


—Está en desacuerdo —resopló interpretando mis palabras del peor modo.


Cerré el rímel y lo coloqué entre los grifos del lavamanos, para luego enganchar mis dedos en las presillas de sus pantalones vaqueros y así atraerlo hacia mí.


—Menciona una persona que no piense que vamos demasiado rápido con el compromiso.


—Martin —entonó sonriéndome y haciendo a un lado sus nervios al menos por un par de segundos.


Reí.


—Sí, bueno, aparte de él. Vamos, Pedro, todos tienen sus dudas respecto a nosotros, incluso tu padre y me atrevería a decir que media humanidad, incluyendo también a los míos y a Tobías. —Estirándome, toqué sus labios con los míos—. Esto es entre tú y yo, campeón. La que lleva el anillo en el dedo soy yo, no todos los demás, y el que es mío eres tú, no todos los demás. Tienes que darles tiempo para que se acostumbren a la idea de vernos juntos, a que entiendan que esto es lo que queremos.


—Lo que necesitamos —acotó él, imitando mi tono suave y sedoso.


Le sonreí.


—Lo que necesitamos.


—De todas formas, es tu hermano. Y además está su familia. Cuando me pongo nervioso, soy un desastre con la gente. ¿Y si no le gusto a tu sobrina? Encima... bueno, tu hermano y su pareja... ¡Mierda, estoy histérico! —Pedro se desembarazó de mí y volvió a mirarse al espejo, esta vez para recolocarse el cabello.


—Si sigues arreglándote tanto, acabarás conquistando a Tomas.


Pedro puso una cara de pánico tal que se me escapó una enorme carcajada.


—¿Quieres calmarte? Todo saldrá bien. Tomas y Tobías están demasiado enamorados como para reparar en ti, pero, de cualquier modo, sé que les caerás bien, incluso a mi sobrina. Venga, Pedro, que yo he visto cómo se te acercan los niños a pedirte fotos y demás, y siempre lo llevas bien.


—Ellos son tu familia.


—Y si seguimos con esto —alcé el anillo hasta que quedó a la altura de sus ojos—, también será la tuya. Relájate, por favor. Te prometo que no te comerán, que no permitiré que te torturen y que te defenderé en caso de que sea necesario.


—No quiero que tengas que defenderme.


—No tendré que hacerlo. Te amarán, lo sé. No tanto como yo, porque eso es imposible, pero te querrán.


Abrí la máscara de pestañas otra vez y, antes de volver al maquillaje, le di un golpe con las caderas.


—Además, comerás como los dioses, porque mi hermano es un excelente chef... y no te preocupes, que habrá preparado algo especial para ti, porque le expliqué qué cosas puedes comer y cuáles no.


—No debiste hacer eso. Seguro que habrá sido toda una molestia tener que...


—¡¿Molestia?! Tobías lleva una semana pensando el menú. Estaba muy entusiasmado; si es que estuvo investigando y todo para aprender nuevas recetas. Mi hermano quiere conocerte, campeón. Él está feliz de verme feliz, y te aseguro que todas sus preocupaciones se esfumarán en cuanto nos vea juntos.


Pedro bajó las manos, dejando en paz su cabello, rendido.


—A veces eres muy cobarde —bromeé.


—¡Qué novedad! Definitivamente no soy tú.


Contuve la risa para no angustiarlo más y para no darme con el cepillito de la máscara de pestañas en el ojo.


—Te amo, Siroco. Respira hondo. Todo saldrá bien.


Pedro me miró a través del espejo con duda en los ojos.


El teléfono de la habitación empezó a sonar.


—Debe de haber llegado el coche.


—Sí, seguro —le contesté—. En un segundo estoy lista.


—Ok, iré a decirles que en seguida bajamos —comentó saliendo del baño para atender.


Y sí, el automóvil que había alquilado mi novio nos esperaba abajo.





2 comentarios:

  1. Pobrecito!! Me da mucha ternura que esté tan nervioso jajaba

    ResponderEliminar
  2. Ayyyyyyyyyyy, qué lindos caps, está re nervioso Pedro por el hermano de Pau jajajaja.

    ResponderEliminar